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con permiso del Cardenal y a una señal del maestro
de ceremonias, levantaron el velo que cubría la
hornacina. Las aclamaciones entusiastas de más de
veinte mil personas saludaron la aparición del
amado Santo. Cuando cesó la calurosa
manifestación, el Procurador General, don
Francisco Tomasetti, leyó un discursito, en nombre
del Rector Mayor ausente, comentando así el hecho.
Eminencia Reverendísima:
Por tres cosas se consideran felices los
Salesianos en el momento en que San Juan Bosco
ocupa un lugar entre los grandes Fundadores
religiosos, que inmortalizados en el mármol,
llegan de cuando en cuanto a aumentar el esplendor
del máximo templo de la Cristiandad.
Celebran que le haya correspondido a Vuestra
Eminencia el ministerio de inaugurar con la
bendición del Cielo el monumento de su Padre,
porque veneran en la persona de Vuestra Eminencia
al Cardenal Protector de su Congregación.
Es, además, motivo de inefable alegría que la
benignidad del Padre Santo se haya dignado asignar
a don Bosco un lugar tan visible en la Basílica.
El ojo del espectador es llevado hasta la
hornacina que lo presenta a su mirada, ascendiendo
por dos sucesivas visiones: al pie de la columna
está la majestad del Príncipe de los Apóstoles, y
en el centro la luminosa figura del Angélico Pío
IX: San Pedro, cuya vida narró don Bosco al pueblo
con ardorosa fe, candoroso y edificante estilo y
Pío IX, que amó paternalmente al Santo y que fue
filialmente correspondido.
Un tercer motivo de alegría se añade a los dos
anteriores, y es que el escultor, con el
insuperable magisterio de su arte haya colocado la
imagen de don Bosco en la actitud que más se
conformaba con la naturaleza de su apostolado.
Está ahí, apretando con afecto a la juventud de
los países civilizados y de las tierras de misión
y, señalando el altar de la Confesión, la empuja
en esa dirección como diciéndola: <>. En tiempos hostiles al
Papado, él conservó la fidelidad al ((**It19.367**))
Vicario de Jesucristo, en quien señalaba al
maestro, al guía, al bienhechor de la humanidad.
Ante el espectáculo que contemplamos, no puedo
dejar de advertir una cosa. Don Bosco tuvo un gran
sueño durante toda su vida: anheló siempre, para
bien de las almas y grandeza de su Patria, la
feliz unión entre el Reino de Italia y la Santa
Sede Apostólica, en virtud de la cual, ahora, por
voluntad de quien rige los destinos de la Nación,
S. E. el Ministro de Educación Nacional dispuso
que la juventud estudiantil de Roma, representando
a toda la juventud italiana y extranjera, se
reuniese aquí para rendir homenaje al Santo
Educador.
Sean dadas vivísimas gracias a Su Eminencia el
cardenal Salotti y a los Excelentísimos
Representantes de todas las Naciones ante la Santa
Sede, por haber querido hacer más solemne esta
ceremonia con su presencia, como para testimoniar
la universalidad de la misión de don Bosco en el
mundo.
Las gracias muy especiales también a las
Congregaciones Religiosas que, con fraternal
solidaridad, han participado en la fiesta de la
humilde Congregación Salesiana.
Consagre ahora la bendición de Vuestra
Eminencia todos estos motivos de alegría,
impetrando del Cielo que el recuerdo de tan fausto
suceso viva perennemente en la memoria de los
presentes y pase salutíferamente a las futuras
generaciones.
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