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((**Es19.299**) Don Bosco preparó y anunció este suceso, cuyo alcance no es posible prever, pero hay muestras visibles para creer que ha dado principio a una nueva historia. Una sencilla religiosa de Siena (se refiere a Santa Catalina de Siena) volvió el Papa a Roma; y un caspesino de Asti (Don Bosco) mantuvo los contactos con el gobierno del Rey de vuelta en Roma: es una señal de que nuestro pueblo siente profundamente la necesidad de esta paz. El ensalza por igual a Santos y a héroes porque sabe que su fuerza es debida a la vez a la voluntad que ejecuta y a la fe que inspira, a la virtud que redime y al genio que crea. Quizás nunca fue celebrada con tanto gozo la proclamación de un Santo, porque nuestra conciencia no estuvo nunca tan serena ni se le presentó tan clara la relación entre lo divino y lo humano en la vida y en la historia. Hoy la Iglesia, libre de otros cuidados y más alejada que nunca de la política, se ocupa únicamente de su misión; hoy el pueblo, superada toda división y unida toda separación, ha hecho la paz consigo mismo y camina seguro por su camino. Por esto se mira hacia Roma desde todas partes como dispensadora de verdad y maestra de vida. Inmediatamente después de la conmemoración civil, vino el triduo, empezado el día veintiséis. Por disposición del cardenal Schuster se predicó simultáneamente en setenta iglesias por oradores elegidos del clero milanés, entre los cuales había varios obispos y sacerdotes salesianos. Todo ello llevó o volvió a llevar a los Sacramentos a una inmensa masa de hombres y mujeres y sirvió de preparación para la verdadera apoteosis del domingo veintinueve, cuando se llevó procesionalmente la reliquia del Santo. También en Milán se metió la lluvia en el programa; pero tampoco los milaneses se acobardaron. El magnífico cortejo, con más de veinte mil personas, desfiló impertérrito por las calles de la ciudad entre una multitud de pueblo reverente hasta la Catedral, donde esperaba en el trono el Arzobispo con el Cabildo y autoridades. El canto del himno ambrosiano puso término a la gloriosa jornada. Y jornadas semejantes, aunque no en la solemnidad, pero sí en la participación unánime de todo orden social, se tuvieron en muchísimas otras ciudades de Italia y del extranjero. Los diversos Boletines nacionales dieron cuenta de ello, como decíamos, ((**It19.362**)) con amplitud suficiente para los futuros historiadores de la Iglesia, que deban narrar los sucesos de este penoso período. El movimiento de piedad, de ideas y de obras que ocasionó la canonización de don Bosco, hizo sentir universalmente el deseo de que su culto se extendiera perpetuamente a toda la Iglesia. Muchísimas diócesis hasta de los más remotos lugares, enviaron al Papa peticiones en tal sentido. Por ello se formó una Positio, que se discutió por la Congregación de Ritos en la sesión ordinaria del 14 de enero de 1936. (**Es19.299**))
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