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Ricaldone la bendijo; a continuación la maestra
turinesa Herminia Vanzaghi-Brunetti subió los
escalones de la vieja escalerita de madera,
arrimada a la pared, que conduce a la habitación
donde nació don Bosco y que tantas veces había
crujido bajo los pies de su madre. Desde el último
escalón se volvió y dirigió unas hermosas palabras
a las madres presentes y para las madres lejanas.
En aquel lugar florecieron, llenos de vida y de
color, recuerdos de episodios y conversaciones,
cuya memoria parecía conservada entre aquellas
paredes desnudas que los repetían como un eco
lejano. La emoción arrancó muchas veces las
lágrimas a los oyentes, y no solamente a ellas.
Mientras tanto habían comenzado los así
llamados triduos litúrgicos. Estos triduos se
pueden celebrar dentro de la fecha de una
canonización en todas las diócesis del mundo,
previa petición de los respectivos Ordinarios a la
Sagrada Congregación de Ritos. Los Boletines
salesianos de las distintas lenguas publicaron
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durante varios meses seguidos muchas relaciones de
los más importantes. No hubo en Italia, por así
decir, una parroquia ni una diócesis en el mundo
católico, donde no se celebrasen tales triduos. Es
increíble, no solamente el fervor popular que los
acompañaba, sino también la abundancia de frutos
espirituales que producían. Las predicaciones,
conferencias, discursos de hombres muy
calificados, las procesiones, intervenciones de
Obispos y de autoridades civiles, artículos de
periódicos y revistas, las publicaciones
extraordinarias que se hicieron, produjeron
verdaderas renovaciones de vida cristiana con
centenares y millares de comuniones. La resonancia
del nombre de don Bosco sacudió también al mundo
intelectual, de tal modo que hubo escritores
famosos en diversas naciones que escribieron
abundantemente sobre el Hombre y sus obras; hasta
en checo y en árabe aparecieron abundantes
biografías del Santo.
En Italia sobresalió la capital lombarda.
Dejando de lado toda una serie de manifestaciones
aisladas, nos referiremos a dos muy importantes.
La noche del veinticinco de abril, la flor y nata
de Milán abarrotó, como nunca, el salón principal
del Conservatorio, para asistir a la conmemoración
de don Bosco, hecha por Carlos Delcroix, gran
mutilado de guerra, diputado en el Parlamento y
Presidente de la Asociación Nacional de Mutilados.
Había perdido en el frente los dos ojos y ambos
antebrazos; pero conservaba la inteligencia llena
de vida y un espíritu elevadísimo. En presencia
del Conde de Turín, de las primeras autoridades y
de varios Obispos ensalzó al Santo con un afecto
que palpitaba en toda su persona y con una fuerza
de persuasión
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