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debajo de la escalera y a veces pasar hambre,
porque así tenía la posibilidad de asistir a
clase, comprarse libros y resolver las más
apremiantes necesidades. Estando allí, fue cuando
algunos de sus condiscípulos, enterados de su
penuria y compadecidos del amigo, le llevaban algo
de lo poco que podían, para suplir de cuando en
cuando la escasez de su manutención. Ha llegado
hasta nosotros especialmente el nombre de José
Blanchard, hijo de una vendedora de frutas, el
cual más a menudo que los otros, y con permiso de
su madre, le llevaba algo con que aplacar el
hambre. Pues bien, aquel café todavía existe y
vive todavía el hijo de aquel Blanchard, a quien
don Bosco manifestó su imborrable agradecimiento
hasta los últimos días de su vida 1. Pareció, por
tanto, oportuno consagrar con un recuerdo estable
la memoria de su estancia en un lugar, testimonio
de tan heroicas virtudes. Pagaron los gastos los
señores Caredda, colocando en la casa una lápida
que fue bendecida el día veintidós, por el
Arcipreste de Chieri, en presencia de todos los
Superiores del Oratorio. Don Pedro Ricaldone
ilustró, ante los vecinos que acudieron, el
contenido de la inscripción, que decía: <((**It19.353**)) le
guardó profundo agradecimiento. En el año de la
canonización -y del centenario de la gran caridad-
para ejemplo de la juventud de Chieri, los
Cooperadores Salesianos -y los admiradores de San
Juan Bosco- colocaron esta lápida-.22 de abril de
1934>>.
Desde allí, Superiores, Salesianos y
Cooperadores se trasladaron corriendo a I Becchi.
Allí estaban reunidas muchas madres de sacerdotes
y de clérigos. El Consejo Diocesano de Señoras de
Acción Católica las había llevado en peregrinación
a la casita de don Bosco para conmemorar a la que
había plasmado el corazón de un hijo destinado a
brillar en el cielo de la Iglesia como espléndido
astro de santidad sacerdotal. Convenía, como más
tarde dijo la que tejió los elogios de Mamá
Margarita, que las madres cristianas glorificaran
a aquella madre que, sin conocer el abecé, sabía
de memoria todo el catecismo y se lo había
enseñado a sus hijos con la palabra y el ejemplo,
colaborando a la formación de un Santo. Se
descubrió una lápida mural en la rústica pared de
la casa, con el retrato de Mamá Margarita. Don
Pedro
1 Memorias Biográficas, vol. I, pág. 242.
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