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familia salesiana por el <>.
Recordó las palabras que don Bosco moribundo dejó
como herencia a sus hijos, encargándoles devoción,
afecto y fidelidad al Vicario de Jesucristo. Por
último leyó un telegrama que acababa de recibir.
Era la respuesta al mensaje enviado al Papa el
domingo anterior, después del triunfo del Santo.
Decía en él, en nombre del Pontífice, el cardenal
Pacelli: <>.
Apenas había acabado la ceremonia de homenaje
al Papa, cuando las campanas de María Auxiliadora
invitaban a los fieles a otra ceremonia muy
interesante: la colocación de la primera piedra
del altar a San Juan Bosco. La iglesia que había
visto en aquellos días tantas autoridades
eclesiásticas, civiles y militares y tantísima
gente del pueblo, se encontraba ((**It19.349**))
abarrotada de un público multiforme, desde el más
humilde obrero hasta el más alto magistrado. En la
capilla de San Pedro, donde estaba expuesta la
urna del Santo, se elevaba un gigantesco trípode
cubierto de terciopelo carmesí, en cuyo centro
pendía, sostenido por cadenas, un grueso cubo de
mármol con una cruz grabada en todas sus caras.
Después del canto solemne del Magnificat subió al
púlpito el Obispo de Parma, Mons. Colli, natural
de las tierras del Santo. Su alocución,
transmitida por los altavoces a la multitud que
llenaba la plaza y los patios, estuvo tan bien
concebida y expresada, que merece ser transcrita
totalmente.
Bendecida por Dios, con los besos cariñosos de
sus hijos, y el reconocimiento de Italia, de la
Iglesia y de todo el mundo, baja a la tierra esta
piedra, que es una piedra miliar en la vía del
imperio y de los triunfos de don Bosco; una piedra
remate de un gran pasado y principio de un gran
porvenir; una piedra que ensambla el altar de don
Bosco con la Basílica de María Auxiliadora y
ensancha su espacio a la Auxiliadora que siempre
apoyó a don Bosco y a la Auxiliadora cuyo culto
siempre ensanchó.
Baja esta piedra a la profundidad de la tierra
para que pueda ensancharse el edificio, como
trabajó don Bosco siempre en profundidad y por eso
alcanzó su Obra una extensión mundial; desciende
esta piedra buscando la roca viva, que es Pedro y
que es Cristo, como siempre estuvo unida la Obra
Salesiana a Cristo y a Pedro.
Hace noventa años, presentaba María a don Bosco
la futura Basílica en este mismo lugar, en un
sueño profético, y le decía: -He aquí mi casa; de
aquí saldrá mi gloria. -Hoy toma de nuevo la
palabra María y le dice al nuevo Santo: -He aquí
también tu casa; de aquí saldrá también tu gloria.
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