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vivido hoy una de sus más solemnes jornadas. Don
Bosco, su Santo, otro San Juan con el mismo nombre
que el Santo Protector en los siglos de la Ciudad
Fiel, ha recibido hoy los honores más altos de su
gloria en los lugares donde más intensamente
trabajó. Su cuerpo ha cruzado la ciudad en medio
de las muestras de la más alta devoción de todo un
pueblo. Las inclemencias del tiempo no han podido
apagar el gran fervor de la amorosa piedad
cristiana: diríase, en cambio, que lo ha reavivado
ícomo siempre reaviva la religión cristiana en las
adversidades! Todo un pueblo ha acompañado
procesionalmente la urna del Cuerpo Santo: una
admirable aristocracia del valor, del sacrificio,
del ardor patriótico la ha acompañado. En el
pueblo que la precedía, era escaso el pasado,
había pocos viejos, no eran muchos los del
presente: casi todo era el porvenir, había decenas
y decenas de millares de jóvenes, los predilectos
de don Bosco. Y todos le invocaban en alta voz
((**It19.341**)) con un
solo canto, que no era monótono, porque era la
viva invocación de todos:
<>. (Don Bosco vuelve
entre los jóvenes hoy.)
Un exalumno francés que, para participar en la
manifestación y encontrarse de nuevo en su oficina
el lunes siguiente, debió pasar dos noches en el
tren, dejó una tarjetita en la Dirección del
Bulletin, en la que había escrito: <>.
(**Es19.283**))
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