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sacerdotales para celebrar la Misa, con la rica
casulla que regaló Benedicto XV, avanzaba entre
los aplausos de una multitud cada vez más
compacta, que se extendía en dos amplias alas a lo
largo de las magníficas avenidas, mientras, desde
la vasta tribuna levantada en los jardines de la
Plaza de Savona, centenares de personas se
esforzaban por seguirla en medio de los
indispensables paraguas, a lo largo del recorrido
triunfal. Pasaba como una bendición de cielo,
prenda de bendiciones, montada sobre un chasis,
cubierto de damascos y ornamentado con flores. Los
hombres se descubrían la cabeza a su paso, muchos
se arrodillaban sin preocuparse del agua y del
barro, las mujeres se santiguaban, los niños
enviaban besos y vitoreaban. <>.
Desde las ventanas y balcones de las casas
llovían casi sin cesar manojos de flores. Todos
intentaban contemplar, a través de los cristales,
el rostro del Santo que, como un triunfador,
pasaba por la ciudad donde brotó y se desarrolló
su obra maravillosa.
En la Plaza Solferino esperaban los Grupos XVI
y XVII. El alcalde de Turín, conde Pablo Thaon de
Revel, asistido por dos vicealcaldes, sonriente
bajo el paraguas, que le defendía hasta cierto
punto, ocupó inmediatamente su puesto detrás de la
urna del Santo. Con él se colocaron todas las
Autoridades Civiles, el Cuerpo Consular de
dieciséis naciones (Albania, Argentina, Austria,
Brasil, Checoslovaquia, Francia, Grecia, Honduras,
Hungría, Japón, Méjico, Mónaco, Nicaragua, Panamá,
Paraguay, Perú), 46 alcaldes, representantes de
los Municipios del Piamonte donde existen Obras de
don Bosco, entre los cuales ocupaba puesto de
honor el de Castelnuovo Don Bosco.
La Banda Militar de la Guarnición de Turín
distinguía el Grupo XVI del XVII, compuesto por
las Representaciones de la Asociación Nacional de
Caídos en guerra y de los Fascistas Caídos, de la
Asociación Nacional de Mutilados e Inválidos de
guerra, del Instituto de Condecoración al valor,
de la Universidad de Turín, de las Facultades
Pontificias Teológica y de Derecho, de la
Universidad Católica del Sagrado Corazón, de los
Institutos Superiores de Enseñanza, de la
Asociación Fascista de la Escuela, de la Juventud
Universitaria Fascista, de la Asociación <>, de la Unión Nacional Italiana de
Transporte de Enfermos a Lourdes y a Santuarios de
Italia, de la Unión de Maestros <>.
La procesión bajó desde la Plaza Solferino por
las calles Pietro Micca, Via XX Settembre y
desembocó en la Plaza de la Catedral, delante del
representante del gobierno italiano y los
Eminentísimos Maurin, Vidal y Barraquer, y
Nasali-Rocca, con el arzobispo de Vercelli, Mons.
Montanelli.
El conde De Vecchi tenía a su derecha al
gobernador Iraci y al secretario federal Andrés
Gastaldi. Los otros puestos estaban ocupados por
el embajador de Argentina, Cantilo; el mariscal de
Italia, Giardino ((**It19.339**)) las
autoridades políticas, civiles y militares, las
damas nobles de la aristocracia y del patriciado.
A las puertas de la Catedral otros Obispos,
Canónigos y Sacerdotes. Enfrente había una amplia
tribuna en la que se hallaba un centenar de
personas.
Se detuvo la urna unos minutos para dar tiempo
a los Cardenales y Obispos a subir a los coches y
entrar en la procesión.
Reemprendió después la marcha y fue recorriendo
lentamente la amplia avenida Regina Margherita, al
brillo de la iluminación artificial de la ciudad y
el trémulo llamear de las antorchas que llevaba el
clero. íUn espectáculo fantástico! Dos hileras de
tropa, situadas a lo largo del recorrido, bajo la
lluvia desde hacía varias horas, se esforzaban por
contener la marea de gente, que, tras los
cordones, atestaba literalmente las amplias
avenidas, apretándose hasta contra los mismos
edificios y sirviéndose
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