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para los cinco Cardenales arriba mencionados;
faltaba el eminentísimo cardenal Schuster, que
había debido volver a Milán inmediatamente después
de su discurso.
Las densas nubes que cubrían el cielo, dejaron
afortunadamente de diluviar, hasta que acabó el
imponente cortejo sacerdotal que, desde el
Oratorio, hizo su entrada por el recinto sagrado a
la Basílica, poco antes de la Misa pontifical.
Tras de la cruz procesional y el clero de servicio
iban con capa pluvial y mitra ciento veinte entre
Prefectos apostólicos, Obispos, Arzobispos y
Cardenales. Iba el último el cardenal Fossati con
espléndidos ropajes pontificales, adornado con el
sagrado palio arzobispal. Francia estaba
representada por el Cardenal de Lyon y por los
Obispos de Annecy, Fréjus, Langres, Lourdes, Metz
y Montpellier; España, por el Cardenal de
Tarragona y el Obispo de Málaga; Polonia ((**It19.331**)), por
el Cardenal Primado; Lituania, por dos Prelados,
salidos de las prisiones rusas; Malta, por el
Obispo de Gozo; América, por los Obispos de Talca
(Perú), Taija (Bolivia) y Santos (Brasil).
Asistían diversos Prelados Salesianos: de la
India, el Prefecto Apostólico de Assam, el
Administrador Apostólico de Krishnagar y el
Arzobispo de Madrás; del Brasil, el Prelado de Río
Negro y Porto Velho y el Arzobispo de Belem de
Par…; del Paraguay, el Obispo de Concepción; del
Ecuador, el Vicario Apostólico de Méndez y
Gualaquiza; de Chile, el de Magallanes y, de las
Islas Filipinas, el Delegado Apostólico monseñor
Piani.
Todo el movimiento del alto clero se desarrolló
con perfecto orden, gracias a los diligentes
preparativos y la habilidad, más única que rara,
de don Eusebio Vismara, que supo dirigir con
decorosa y simultánea uniformidad a tan gran
número de prelados durante la función. La nueva
Misa, compuesta expresamente por el salesiano don
Alejandro De Bonis, fue alabada como muy digna de
la ocasión 1. El cardenal Fossati pronunció la
homilía. Evocó en el exordio la alegría de la
reciente Pascua romana, definida por el Padre
Santo como Pascua Salesiana; trazó, después, con
elocuencia la figura de S. Juan Bosco, resaltando
sobre todo sus rasgos característicos de padre y
maestro de la juventud y exaltando su incansable
apostolado.
1 Archiginnasio (Bolonia, mayo-junio de 1934):
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