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fruto de la vida cristiana adquirida con la
educación cristiana, vida cristiana de la que
nacen también los grandes santos, los santos
gigantes, como los recientes Cottolengo y don
Bosco, que no eran más que la vida cristiana
vivida en plenitud. Y después, al entregarles la
medalla del nuevo Santo, dijo que también él era
un gran hermano cristiano, que realizó en el campo
de la educación cristiana una inmensa cosecha de
bien 1.
Pero habló más eficazmente sobre don Bosco a
más de doscientos jóvenes del Seminario Pontificio
Romano Mayor, Jurídico y Menor. He aquí las
reflexiones y enseñanzas que dio: <((**It19.319**)) por el
estudio, al extremo de correr el peligro de ser
víctima del estudio. Don Bosco pensaba
proporcionar a la Iglesia y a Italia una historia
que fuese para la Iglesia justamente lo que había
sido y es para Italia la obra de Muratori, también
un santo sacerdote. He aquí dos aspectos de la
figura de don Bosco; y ante esta doble
consideración los jóvenes seminaristas son
llamados a reflexionar sobre lo que les conviene,
precisamente a ellos: sobre la piedad y sobre el
estudio. Mas la piedad debe ocupar siempre el
primer lugar, porque si se coloca el estudio por
delante, se convierte en un fastuosa inutilidad y
en un espléndido peligro. En cambio, mirando la
figura de S. Juan Bosco, podéis prepararos
libremente a la vida y a la acción; porque su
figura constituye una verdadera maravilla para
todos, tanto que son muy pocos los que en la
historia del sacerdocio y del apostolado han hecho
y preparado tanto
1 L'Oss. Rom., 15 de abril.
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