((**Es19.262**)
Esta fecha no es ciertamente indiferente para
Nos: es la campanada de los años que pasan, es el
recuerdo de todos los regalos que la Bondad divina
Nos ha concedido, es un paternal aviso de que se
acerca cada vez más el día, como dicen los
campesinos del valle del Po, de ir a casa,
Vosotros habéis escogido estos dos momentos tan
hermosos: el fin del mes de mayo y el cumpleaños
para venir a presentarnos vuestros augurios, a
manifestar vuestro agradecimiento, el de toda la
grande, mundialmente gran familia de don Bosco -y
decís bien: Don Bosco Santo- porque el mundo no
acabará por llamarlo San Juan Bosco, sino siempre
don Bosco, don Bosco Santo. Agradecimiento grande,
todo un espectáculo de agradecimiento, porque
vuestra familia es muy grande y vosotros no sois
más que sus representantes e intérpretes.
Y con esto quiero deciros, queridísimos hijos,
con qué sentimientos os hemos pasado una rápida
revista que nos ha proporcionado la ocasión de
aproximarnos y conoceros uno a uno personalmente,
aquel conocimiento que don Bosco Santo tan
admirablemente tenía de todos sus hijos.
Nos congratulamos con vosotros por estos
sentimientos; porque todo el mundo los reconoce
evidentemente en su lugar; tan grande es el favor
con que Dios ha distinguido a los hijos de don
Bosco y a todos aquellos a los que se extiende el
beneficio de su obra, verdaderamente venida <>.
Pensamos que también Nos debemos encontrarnos
en primera línea en la expresión de estos deberes
de agradecimiento, por haber tenido el privilegio
de conocer tan bien a don Bosco, como viandante en
esta tierra, ((**It19.315**)) y
después, haberlo proclamado y colocado, con los
labios y el corazón, entre los habitantes del
Cielo. Es un privilegio que reconocemos en Nos
mismo con toda humildad y por el que nos vemos
obligados a dar gracias al Señor de un modo
especial.
Es deciros lo mucho que Nos sentimos al unísono
con vosotros, con los hijos de don Bosco, con toda
su familia, en cualquier parte del mundo, donde se
desarrolla y continúa su obra, que fue la obra del
Apóstol, del soldado denodado de Jesucristo, del
amigo incomparable de la juventud, del salvador de
tantas almas; Da mihi animas.
Damos gracias a Dios y a su divina Madre, que
fue la verdadera Auxiliadora de don Bosco Santo:
la Divina Madre que tanto ha contribuido en todo
lo que ha sucedido en esta benéfica coronación,
desde los primeros días de don Bosco Santo: y he
aquí, en efecto, siempre bajo el influjo de este
auxilio materno, que don Bosco ha sabido agradecer
tan bien, he aquí la nueva iglesia que se levanta
cerca de Nos.
Queridísimos hijos, damos gracias al Señor y
admiramos su obra: a El, ante todo, debemos
tributar honor y gloria, ese honor y esa gloria
que la Iglesia no cesa jamás de tributarle. Pero,
luego, es menester -y es lo que sí conviene a
todos, mucho más a vosotros- proponerse imitar al
que con tanta alegría se celebra y se honra.
Imitar a don Bosco puede parecer algo
dificilísimo, a primera vista, por lo compleja y
gigantesca que se nos presenta su figura; y, sin
embargo, su santidad es una de las más imitables.
Además de que todas las santidades se pueden
imitar; se puede imitar la santidad de Dios: ya
que imitar, aun en todas las demás direcciones,
como por ejemplo en el arte, no significa copiar,
no quiere decir reproducir, no: imitar quiere
decir entrar en cierto orden de ideas, en una
determinada tendencia de espíritu; hacer algún
esfuerzo para subir en cierta dirección. Es lo que
hace el arte imitando la naturaleza, y, en efecto,
dice Dante que nuestro arte <>, porque desciende de la naturaleza, la hija
de Dios.
Ahora bien, en la vida de don Bosco hay que
imitar especialmente su heroica
(**Es19.262**))
<Anterior: 19. 261><Siguiente: 19. 263>