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>. El Papa se dignó dedicarles un verdadero y apropiado discurso. Les habló así: No sabemos ciertamente por dónde empezar para agradeceros tantas cosas bonitas y satisfactorias, por las que experimentamos el deber, o mejor, la urgencia de manifestar nuestra gratitud. Con cosas muy hermosas las que me habéis traído: los agradables y filiales agasajos, los cánticos, la dulce sublime Ave María y a lo Dante, recuerdo lejano en el tiempo, pero presente en el alma y en el corazón. Y muy bien podíamos decir, admirando vuestros regalos, fruto de vuestra habilidad técnica, que nos encontramos en cierto modo en vuestra casa, como lo estuvimos entonces, y como estáis vosotros ahora en nuestra casa, en la casa del Padre. Además, esos preciosos volúmenes en los que habéis querido recoger nuestras palabras sobre el querido San Juan Bosco, desde las primeras hasta las últimas, las más recientes. Y todo esto ha sido coronado con esa querida, incomparable, santa interpretación, llena de cálido afecto de vuestro compañero que Nos los presentaba como expresión de los sentimientos filiales que os animan a todos vosotros. Pero nada más hermoso, apreciable y precioso que el regalo de vuestras personas, de vuestra filial visita. Es lo más hermoso que Nos habéis traído: es el regalo, es el aguinaldo para nuestro cumpleaños. 1 Ibi, 21, 23-4, 30-31 julio. (**Es19.261**))
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