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fiestas romanas y al leer en L'Osservatore las
noticias de las fiestas de Turín.
Era justo que quedase un recuerdo de la Pascua
de don Bosco en el lugar que había sido el
santuario, y quedó un recuerdo digno del ambiente.
Se trató de un candelabro monumental, que medía
tres metros y quince centímetros de altura,
destinado a sostener el cirio pascual, pero sin
apartarlo nunca de su puesto, junto al altar de la
Confesión. Tiene la base de granito rojo; la
columna de una sola pieza, en mármol negro, mide
un metro noventa: el capitel en bronce dorado y
cincelado lleva los escudos de Pío XI y de la
Basílica de San Pedro. Esta espléndida obra de
arte recordará también al mundo el reconocimiento
de los Salesianos al Cabildo Vaticano por su
valioso concurso al éxito de la inolvidable
celebración. Lleva una breve inscripción latina
que indica quién lo ofreció, cuándo y cuál fue la
razón de la ofrenda.
No queremos callar una ocurrencia original. Se
publicaba el Boletín Salesiano en seis lenguas
distintas en el Oratorio: todos habían rivalizado
para presentar a sus lectores relaciones
detalladas de las fiestas, acompañando el texto
con abundantes ilustraciones. Cuando todo acabó,
se reunieron en un grueso volumen los números
escritos en italiano, francés, español, inglés,
portugués y lituano, impresos en papel satinado,
y, elegantemente encuadernado, se ofreció ((**It19.307**)) en
primer lugar al Padre Santo y después a muchos
personajes del mundo eclesiástico y seglar.
Difícilmente se habría podido encontrar una
documentación más completa, más viva y más
interesante para conservar un recuerdo histórico
de los sucesos en el seno de ilustres familias y
comunidades religiosas.
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