>Si por ventura en este momento pudiese llegar
mi voz hasta ese Angel Consolador, querría
decirle: Beatísimo Padre, escuchad y acoged con
agrado las palabras de un hijo pobre, pero
afectísimo a Vos. Nosotros queremos asegurarnos el
camino que nos conduce a la posesión de la
verdadera felicidad; por eso todos nos reunimos en
torno a Vos, cual Padre amoroso y Maestro
infalible.
>>Vuestras palabras serán la guía de nuestros
pasos, la norma de nuestras acciones. Vuestros
pensamientos, vuestros escritos serán recogidos
con la máxima veneración y con viva solicitud
difundidos en nuestras familias, entre nuestros
parientes, entre nuestros amigos y, si fuera
posible, por todo el mundo.
>>Vuestras alegrías serán también las de
vuestros hijos y vuestras penas y vuestras espinas
serán igualmente compartidas por nosotros. Y, así
como redunda en gloria del soldado morir en el
campo de batalla por su Soberano, así será nuestro
más glorioso día aquél en que podamos dar por Vos,
Beatísimo Padre, ((**It19.303**))
haberes y vida, porque muriendo por Vos, tenemos
una prenda segura de morir por aquel Dios, que
corona los momentáneos sufrimientos de la tierra
con los eternos goces del Cielo>>.
Los aplausos de los asistentes coronaron el
discurso y se renovaron inmediatamente por los
muchachos al despedirse los Cardenales, Prelados y
Autoridades, que salían del templo para ir a
visitar las Escuelas y principalmente sus
magníficos talleres. No se hubiera podido desear
mejor remate de la fiesta.
Triduo del Santo y diversos homenajes al Papa
A la par de estas manifestaciones públicas de
afecto en el Capitolio, en San Pedro y en el
colegio <>, se celebraba en la Basílica
del Sagrado Corazón el primer triduo con la
solemnidad que sólo es posible en Roma. Los tres
días celebraron y pontificaron Eminentísimos
Cardenales. Don Rafael Antolisei dio nuevas
pruebas de su valiosa maestría como compositor y
director de coros, interpretando el primer día su
Misa en honor de San Juan Bosco, a seis voces en
dos coros, y la Missa Brevis de Palestrina los dos
días siguientes. El lunes por la tarde predicó el
arzobispo Salotti, Secretario entonces de
Propaganda Fide; el martes, el eminentísimo Hlond,
el cual, pese a su condición polaca, supo
desenvolverse con gran soltura en la lengua
italiana; el miércoles, Su Eminencia Laurenti,
quien, como Prefecto de Ritos, había tratado a
fondo la Causa de don Bosco y, por tanto, conocía
muy bien al Siervo de Dios. La multitud, que
abarrotaba el
(**Es19.253**))
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