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para la ((**It19.295**))
salvación de las almas. También a vosotros se debe
indicar la gran ayuda con la que podéis contar,
ayuda que no tiene límites en su poder: porque
procede de María, nuestra Madre, que no desea más
que ayudarnos en las obras que nos proponemos
hacer para gloria de Dios y bien de las almas.
Pero, sapiente y amoroso Padre como era vuestro
Caudillo, ha pensado conduciros también con otra
guía segura en las grandes batallas de esta
verdadera guerra gloriosísima por la salvación de
las almas, batallas que deben extenderse a todo el
mundo. Don Bosco la ha señalado en la ilimitada y
sentida devoción a la Iglesia, a la Santa Sede, al
Vicario de Cristo. Es un programa admirable, como
él mismo Nos decía con su palabra, en una
verdadera intimidad, que duró muchos años 1 y que,
además de ser una intimidad del corazón, fue, en
muchos aspectos, intimidad de inteligencia: un
programa continuo y necesario en todas las
direcciones clarísimas, evidentes y, más aún por
los hechos que por las palabras, a través de las
cuales la Iglesia, la Santa Sede, el Vicario de
Cristo llenaban su vida. Y Nos lo sabemos por el
conocimiento directo que de él tuvimos, por el
testimonio de su propia palabra, por la expresión
de los pensamientos que él Nos confiaba en su
verdadera paternal amistad, pese a la diferencia
de edad. La Divina Providencia disponía las cosas
de modo que aquellas expresiones, que mejor podían
darlo a conocer personalmente, fueran confiadas a
aquél a quien la misma Providencia, en sus
secretos designios, destinaba a su exaltación a la
suprema gloria de los altares. (Fortísimos
aplausos).
Hemos hablado de un Jubileo salesiano, y hemos
oído con íntima satisfacción que, en torno a Nos,
se gritaba: -íViva el Papa de don Bosco!
(Estruendosos aplausos, fortísimos gritos de
<>. El Papa sonríe,
luego hace señal de continuar hablando). Basta,
amadísimos hijos, basta esto para indicar que la
hermosa palabra ha sido una palabra de alegría
para Nos, como la ha sido para vosotros, que sois
tan buenos hijitos. Pero esa palabra, más que una
palabra de alegría, es para vosotros una palabra
amonestadora. Quiere decir que don Bosco, nuestro
y vuestro querido don Bosco, os dice que el Papa,
llámese como se llame, en todo momento, y no
importa de dónde proceda, el Papa era para don
Bosco elemento de vida, y algo sin lo cual no
habría podido ser lo que ha sido.
He ahí las tres cosas de primerísima
importancia, tres cosas que deben proporcionaros
aquellos frutos del Año Santo que se cierra con
estos elogios de San Juan Bosco: el amor de
Jesucristo Redentor que es amor de las almas,
apostolado por las almas; devoción fervorosa
constante a María Auxiliadora, querida por él como
ayuda de toda la organización de su obra;
devoción, cariñosa obediencia, fidelísima a la
Santa Iglesia, al Vicario de Jesucristo, como guía
visible, ((**It19.296**))
sensible, que el Divino Redentor ha querido que no
faltase a las almas, a fin de que no tuviesen que
dudar jamás de su pensamiento, ni del modo de
disponer la vida cristiana y sobreabundantemente
cristiana, de acuerdo con los deseos de su
corazón.
Con esta paternal comprobación, con este
paternal augurio os bendecimos a todos y a cada
uno de vosotros, y queremos bendecir todo lo que
representáis y no podéis dejar de representar.
Vosotros representáis lo que habéis dejado en los
diversos lugares de donde venís, a toda la gran
Familia Salesiana y de María Auxiliadora, a todas
las casas donde esta familia habita y sobre todo
trabaja, a todas las obras de apostolado de todas
sus formas, a todo ese otro mundo, a ese ejército
de Cooperadores; y, además, a todo ese otro mundo
de almas ya llegadas a don Bosco o que están en
camino: una visión grande como el mundo, bella
como la caridad de Dios y de las
1 No hubo más encuentros después del 1883.
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