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((**Es19.243**) salón de recepción. Y sin embargo, ((**It19.290**)) con ser tan grande, no bastó para todos: unos millares de personas se quedaron sin puesto. Entonces algunos centenares de alumnos de los colegios fueron colocados en filas a lo largo del pasillo central. Y como tampoco fuera suficiente esta disposición para que cupieran todos, se prepararon otros dos amplios espacios en los brazos del crucero. A los lados del trono se colocaron el cardenal Hlond, don Pedro Ricaldone, una docena de Obispos salesianos, don Francisco Tomasetti, los Superiores del Capítulo, los Inspectores, la Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora con su Consejo y varias Inspectoras, el conde senador Rebaudengo y el abogado Félix Masera. A las doce corrió la voz de: íEl Papa! Y, un momento después, apareció el Papa en la silla gestatoria. íUn delirio juvenil! Aplausos, vivas, aclamaciones le acompañaron hasta el trono. El grupo del Oratorio lanzó el grito de: íViva el Papa de don Bosco! Volvióse el Papa hacia aquella parte, con vivas muestras de complacencia. Y apenas se sentó, dirigióle el Rector Mayor estas devotas palabras: Beatísimo Padre: Todavía resuena suavemente en nuestros corazones vuestra augusta voz que, desde la cátedra infalible de Pedro, en medio del júbilo de un inmenso pueblo, en la fiesta más solemne y con el máximo esplendor de la liturgia católica, declaraba Santo a don Bosco. No hay palabras que puedan expresar lejanamente a Vuestra Santidad el reconocimiento profundo e imperecedero de la Familia Salesiana. He aquí, Beatísimo Padre, una pequeñísima parte de esta Familia, reunida en torno a Vuestra Santidad para expresar los sentimientos de la más filial y sincera devoción. Son hijos vuestros llegados de todos los rincones de la tierra, hasta de las playas más remotas para representar a centenares de millares, más aún, a millones de corazones que hoy, juntamente con nosotros, en todas las playas y bajo todos los cielos, cantan jubilosos el hosanna al Papa de la canonización de San Juan Bosco. Ya teníamos una alta idea de la santidad y de la misión del que fue nuestro Padre en la tierra y a quien hoy invocamos como Patrono en el cielo, gracias al conocimiento personal, a la tradición doméstica y a las Memorias biográficas; pero hoy se engrandece más que nunca su figura a nuestros ojos. ((**It19.291**)) Su canonización, por singular bondad de Vuestra Santidad, se ha desarrollado dentro de un conjunto de circunstancias que nos han proyectado su persona y su obra dentro de una luz de universalidad ejemplar y benéfica, que nos obliga a exclamar: -íSomos humildes y afortunados hijos de un gran Padre! Es todo un conjunto de cosas que nos llevará, como consecuencia natural, a profundizar cada vez mejor el conocimiento y la imitación de su vida y a caminar (**Es19.243**))
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