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salón de recepción. Y sin embargo, ((**It19.290**)) con
ser tan grande, no bastó para todos: unos millares
de personas se quedaron sin puesto. Entonces
algunos centenares de alumnos de los colegios
fueron colocados en filas a lo largo del pasillo
central. Y como tampoco fuera suficiente esta
disposición para que cupieran todos, se prepararon
otros dos amplios espacios en los brazos del
crucero. A los lados del trono se colocaron el
cardenal Hlond, don Pedro Ricaldone, una docena de
Obispos salesianos, don Francisco Tomasetti, los
Superiores del Capítulo, los Inspectores, la
Superiora General de las Hijas de María
Auxiliadora con su Consejo y varias Inspectoras,
el conde senador Rebaudengo y el abogado Félix
Masera.
A las doce corrió la voz de: íEl Papa!
Y, un momento después, apareció el Papa en la
silla gestatoria. íUn delirio juvenil! Aplausos,
vivas, aclamaciones le acompañaron hasta el trono.
El grupo del Oratorio lanzó el grito de: íViva el
Papa de don Bosco!
Volvióse el Papa hacia aquella parte, con vivas
muestras de complacencia. Y apenas se sentó,
dirigióle el Rector Mayor estas devotas palabras:
Beatísimo Padre:
Todavía resuena suavemente en nuestros
corazones vuestra augusta voz que, desde la
cátedra infalible de Pedro, en medio del júbilo de
un inmenso pueblo, en la fiesta más solemne y con
el máximo esplendor de la liturgia católica,
declaraba Santo a don Bosco.
No hay palabras que puedan expresar lejanamente
a Vuestra Santidad el reconocimiento profundo e
imperecedero de la Familia Salesiana.
He aquí, Beatísimo Padre, una pequeñísima parte
de esta Familia, reunida en torno a Vuestra
Santidad para expresar los sentimientos de la más
filial y sincera devoción.
Son hijos vuestros llegados de todos los
rincones de la tierra, hasta de las playas más
remotas para representar a centenares de millares,
más aún, a millones de corazones que hoy,
juntamente con nosotros, en todas las playas y
bajo todos los cielos, cantan jubilosos el hosanna
al Papa de la canonización de San Juan Bosco.
Ya teníamos una alta idea de la santidad y de
la misión del que fue nuestro Padre en la tierra y
a quien hoy invocamos como Patrono en el cielo,
gracias al conocimiento personal, a la tradición
doméstica y a las Memorias biográficas; pero hoy
se engrandece más que nunca su figura a nuestros
ojos.
((**It19.291**)) Su
canonización, por singular bondad de Vuestra
Santidad, se ha desarrollado dentro de un conjunto
de circunstancias que nos han proyectado su
persona y su obra dentro de una luz de
universalidad ejemplar y benéfica, que nos obliga
a exclamar: -íSomos humildes y afortunados hijos
de un gran Padre!
Es todo un conjunto de cosas que nos llevará,
como consecuencia natural, a profundizar cada vez
mejor el conocimiento y la imitación de su vida y
a caminar
(**Es19.243**))
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