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en él en romanidad. Su glorificación religiosa se
ha verificado con un fausto y solemnidad novísima
en los diecinueve siglos de vida de la Iglesia, e
Italia ha participado en ella como nunca. La
plenitud del magisterio divino encuentra hoy su
prolongación en los honores del Capitolio,
decretados por el Gobierno Fascista a este Santo.
Su sola santidad pediría hoy, dado el carácter que
la distingue, derecho de hospitalidad en esta
altísima sede, pero él sería un gran italiano, aun
sin los atributos de la santidad; por eso su
derecho al Capitolio>>.
A continuación, después de haber observado que
<>,
recordó el humilde nacimiento del Santo y
describió con ánimo conmovido la pobre casita que
él había tenido la alegría de visitar. Pasó
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después a situarlo en el ambiente histórico del
Resurgimiento, analizando su constitución moral
para deducir de allí los elementos característicos
de su tierra del Monferrato y las influencias
particulares de los tiempos y del ambiente en que
vivió y desplegó su multiforme obra. En las
pruebas y contrastes entre los que el Santo se
abrió camino, halló el orador las vías de la
Providencia, que le iba preparando para su gran
misión; y de ésta ilustró sobre todo la influencia
política para templar las relaciones entre la
Iglesia y el Estado durante el período más arduo
de la unidad italiana. <>. Con esta
convicción procedió don Bosco en el servicio de la
Iglesia y del Estado, alentando a Pontífices y
Obispos, iluminando y pacificando las almas de los
fieles, inclinando los ánimos de hombres del
Gobierno a sentimientos conciliatorios,
coordinando en la juventud que educaba los dos
grandes amores de la Religión y de la Patria. Y no
dejó de poner de manifiesto cómo ese espíritu
conciliativo sigue siendo el alma de su
Congregación, suscitada por Dios, como había dicho
Pío IX, <>. De ahí <>. Fijando su mirada en este
florecimiento, lo definió milagroso, diciendo:
<(**Es19.241**))
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