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((**Es19.24**) respuesta corresponde este párrafo 1: <<íAy, cuántas víctimas arrancó al vicio y cuántas ganó para el honor y la virtud con aquella su religiosa amabilidad! Ciertamente para muchísimos de nosotros fue el Angel de la vocación eclesiástica. Del Oratorio de don Bosco salieron a cientos los operarios del campo místico evangélico, en tiempos de reacciones violentamente irreligiosas, de desaliento en los buenos y de triunfal audacia en los malvados. Don Bosco tenía, por así decir, el amor instintivo de los santos a la Iglesia y al Papa. Sus alegrías eran las suyas y suyos, sus dolores. Y educaba a sus hijos en estos nobles sentimientos, obteniendo que practicasen la religión francamente y con la cabeza alta>>. En la iglesia del Sagrado Corazón de Roma pronunció la oración fúnebre el obispo de Fossano, monseñor Manacorda, que había tenido casi adoración por don Bosco vivo. Su tema fue que don Bosco se preparó a sí mismo, con ayuda de la gracia, para cumplir los designios de la Providencia y, con el poder de la caridad, se manifestó un gran bienhechor del pueblo cristiano 2. He aquí una página digna de recordación 3. <((**It19.17**)) y atraía su corazón con la fuerza de la caridad, convirtiéndose en atracción irresistible, también su mirada ejercía los poderes de la mente y del corazón. Con su mirada desmesurada, tranquila, que prestaba serenidad, se apoderaba del pensamiento ajeno y, cuando lo quería, era correspondido con la misma fuerza; no hacía falta nada más para entenderse. A menudo una sola palabra, una sonrisa, acompañada de una mirada fija, valía por una pregunta, una respuesta, una invitación, un discurso entero. Diríase que, para don Bosco, la palabra era sólo algo más: a tal extremo le había convencido el espíritu de ello, que parecía no sentir la necesidad de ayuda de la misma para comunicarse. Sus sentidos y todos sus miembros procedían del modo más perfecto subordinados a la razón; efectivamente su cuerpo era siervo de su alma, y su vida escondida en Dios se desarrollaba en el pensamiento y en el amor. Don Bosco era pensamiento y amor. La sorpresa, la precipitación, el movimiento violento no tienen huellas en la vida de nuestro don Bosco; en él todo era calma inalterable; un comportamiento siempre uniforme; sus mismas diligencias se desenvolvían dentro de una tranquilidad perfecta. Sabía colocar en el pecho del Señor sus ansiedades y 1 Ibi pág. 20. 2 Roma, Tip. Befani, 1888. 3 Pág. 20.(**Es19.24**))
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