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Se posó la silla gestatoria sobre un pedestal
en el hueco de la bóveda, de modo que todos podían
ver la figura del Papa. Hizo él un saludo paterno
con un gesto de ambas manos. Los ceremonieros
pidieron silencio por señas. La inmensa turba se
calló, como en la iglesia. A través de los
altavoces resonaba solemnemente la voz del Padre
Santo hasta en los más lejanos rincones de la
plaza, mientras profería las palabras de la
absolución y pronunciaba la fórmula de la
bendición; bendición que, rebasando los límites
del gran espectáculo presente, llegaba a los hijos
de la Iglesia esparcidos por toda la faz de la
tierra. Inmediatamente se levantó un grito que
parecía iba a romper las nubes. El Papa se quedó
todavía un instante contemplando sonriente y
saludando. Finalmente desapareció la visión. La
campana grande de San Pedro llenaba de alegría el
aire lluvioso con sus grandes y ruidosos repiques,
a los que respondían, sumándose al júbilo, los
cientos y cientos de campanas de Roma.
((**It19.280**)) Todo
estaba acabado y don Bosco era Santo. La marea
humana se puso en movimiento y se fue dividiendo
hasta desaparecer. Por el arco de la sacristía
aparecían de repente y desaparecían coches y
coches, que llevaban a Soberanos, Príncipes,
Cardenales, Autoridades. En el del Príncipe
Humberto ya estaba la deseada jaula plateada, que
don Pedro Ricaldone había hecho llevar, con sus
inquilinos cantores que transportarían a la corte
el eco de la canonización de don Bosco.
Por la noche estaban iluminadas con luz
eléctrica las basílicas e iglesias: sólo San Pedro
permanecía en la oscuridad. El mal tiempo había
impedido la subida de las antorchas. Se dejó para
el día siguiente el espectáculo de la iluminación
que ya hemos descrito anteriormente.
Los superiores y alumnos del Oratorio de
Valdocco, sus Cooperadores y exalumnos, reunidos
en el teatro y en la iglesia de San Francisco o
esparcidos por los patios, habían podido seguir
toda la función a través de los altavoces. Lo
mismo sucedió en todas las casas salesianas. Las
palomas mensajeras tuvieron que hacer un viaje
borrascoso, dado el pésimo estado de la atmósfera.
Sólo una llegó a las cuatro de la tarde del día
dos de abril; tenía las patitas llenas de barro.
La otra apareció en la campiña de Lucca, con una
ala herida por perdigones de escopeta: dijo el que
la encontró, que descubrió el tubito, dentro del
cual estaba el mensaje, y que lo envió al Director
del Oratorio, de acuerdo con lo que indicaba el
mensaje 1.
1 La paloma que llegó era de la raza Bricoux.
Llevaba el número 65.299. En el año 1933
(**Es19.234**))
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