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continuación el canto de la Epístola y del
Evangelio, primero en latín, después en griego;
repetición que se hace para indicar, que la
Iglesia latina y la Iglesia griega están
íntimamente unidas. Una vez cantado el Evangelio,
el Papa se sentó y leyó en lengua latina la
homilía 1.
Venerables Hermanos y amadísimos Hijos:
En esta Pascua del Año Jubilar, una doble
alegría se difunde en Nuestra alma e invade a toda
la Iglesia: en efecto, mientras hoy solemnizamos
la victoria de Jesucristo sobre la muerte y sobre
los poderes del infierno, nos es dado colocar,
casi como coronación del Año Santo, que también ha
contemplado tantos triunfos de la Fe y de la
Piedad popular, la solemne canonización del Beato
don Bosco, que Nos mismo hemos puesto hace pocos
años, en el número de los Beatos, y que -aún lo
recordamos con sumo placer- en los lejanos días
de nuestra juventud, nos sirvió de aliento y
estímulo en nuestros estudios, y de profunda
admiración por las grandes obras realizadas y sus
eminentes virtudes. Con verdadero miedo nos
disponemos hoy a describir sumariamente esta gran
figura de Santo y de Apóstol de la juventud; sin
embargo, no podemos, Venerables Hermanos y
queridos Hijos, dejar de indicaros las líneas que
nos parecen más características de su maravillosa
vida.
Totalmente entregado a la gloria de Dios y la
salvación de las almas, no se arredro ante la
desconfianza ajena, sino que, con audacia de
conceptos y modernismo de medios, se aprestó a la
actuación de los novísimos fines que, a pesar de
parecer temerarios, sabía él, por superior
ilustración, que estaban de acuerdo con la
voluntad de Dios. Al contemplar por las calles de
Turín innumerables cuadrillas de jóvenes
abandonados a sí mismos y faltos de toda
asistencia, buscó la forma de ganárselos, de
conquistar sus almas con palabra persuasiva y
paternal y, uniendo al placer de las diversiones
honestas la enseñanza de la religión y de los
rudimentos de la ciencia, con la frecuencia de los
Sacramentos, buscó la forma de hacerlos buenos
cristianos y honrados ciudadanos. Y así surgieron
los Oratorios festivos, que él fundó, no sólo en
Turín, sino también en las poblaciones y ciudades
próximas, y allí donde llegaron sus providenciales
instituciones, que tanto bien realizaron y
realizan con los jóvenes.
Queriendo, además, proporcionar a la juventud
un medio honesto y seguro ((**It19.274**)) para
lograr una posición en la vida, fundó las escuelas
de artes y oficios para la clase obrera; y fundó
colegios para las clases más altas, en los cuales
son recibidos, educados y encaminados con justa
liberalidad y seguridad de métodos por el camino
del saber. El secreto con el que su sistema
educativo obtuvo frutos tan abundantes y
maravillosos está en que actuaba con los
principios inspirados en el Evangelio, que siempre
ha recomendado la Iglesia y que Nos mismo hemos
trazados e inculcado tantas veces y en tantas
ocasiones. El pretendía formar en los jóvenes el
ciudadano y el cristiano, el perfecto ciudadano,
digno hijo de la patria terrena y el perfecto
cristiano merecedor de convertirse un día en
miembro glorioso de la patria celestial. La
educación, según él, no debe ser únicamente
material, sino sobre todo espiritual; no debe
limitarse a reforzar los músculos con ejercicios
gimnásticos, a robustecer las fuerzas corporales
con el sano ejercicio de las mismas, sino que
debe, por encima de todo, ejercitar y reforzar el
espíritu, disciplinando sus movimientos
desordenados, fomentando sus mejores inclinaciones
y dirigiendo todo hacia un ideal de virtud, de
probidad y de bondad. Educación, por tanto, plena
y completa, que abrace a todo el
1 El texto latino, en el Ap., Doc. 17.
(**Es19.229**))
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