((**Es19.22**)
El siglo XIX era el siglo del trabajo y de los
obreros. ((**It19.14**)) Pero
los obreros, gobernados por los principios de una
ciencia que aborrece la religión, se dirigían
torcidamente y preparaban la revolución social.
En cambio los aprendices de don Bosco,
ennobleciendo el trabajo con la bondad de la vida
cristiana, crecían virtuosos y amigos del orden.
Así divinizó don Bosco la profesión de los
obreros.
El siglo XIX fue el siglo de las asociaciones:
las asociaciones llenaban el mundo, acelerando el
ritmo del movimiento social. Pero era un
movimiento ciego, febril, perturbador y
amenazador. Don Bosco lanzó al mundo sus tres
asociaciones de Salesianos, Hijas de María
Auxiliadora y Cooperadores, las cuales,
fundamentadas sobre bases de principios eternos,
irradian benéficos influjos en la parte más
trabajadora del consorcio civil. Así divinizó don
Bosco la obra de las asociaciones.
El siglo XIX fue el siglo de las empresas
coloniales. Hay una enorme diferencia entre los
hombres enviados por el siglo a las gentes
incultas y bárbaras, y los Misioneros Salesianos.
Los seglares portadores de la civilización van a
lugares seguros, cambian mercaderías con las
tribus salvajes, proporcionan comodidades
materiales a los indígenas, pero no quitan los
vicios de la raza y sólo se preocupan de
aprovechar las riquezas; los Misioneros afrontan
los peligros, llevan la cruz como signo de
civilización, lo soportan todo para salvar las
almas. Así divinizó don Bosco la obra de la
cultura entre las gentes salvajes.
La virtud animadora de don Bosco era la
caridad, que se somete a todo, cree en todas las
posibilidades del bien, todo lo espera del cielo,
todo lo soporta.
Esta es la osamenta del poder de la oración 1.
Se os presentan dos pasajes con el valor de
autorizado testimonio personal. El primero se
refiere a una de las dotes más características de
don Bosco, su calma inalterable. <((**It19.15**)) siempre
imperturbable, lo mismo en las alegrías que en las
penas. Pero me admiré al advertir el grado de
perfección que había alcanzado (ícosa difícil!),
mas no porque yo ignorara el principio en donde
había adquirido la perfección. Era imperturbable
en medio del mundo porque se había puesto
totalmente en los brazos de Dios>>. El otro pasaje
se refiere a un segundo aspecto notabilísimo
1 Juan Bosco y su siglo. Turín, Tip. Sal.,
1888. Se publicó la traducción española en Buenos
Aires, como veremos más adelante.
2 Ibi., pág. 81.(**Es19.22**))
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