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En el exterior aumentaba por momentos una masa
compacta, cuyos ojos se dirigían hacia lo alto de
la galería de las bendiciones, para contemplar la
imagen del Santo representado en la gloria.
Habíase previsto que muchísimos millares de fieles
se habrían visto obligados a permanecer fuera de
la iglesia y, en consecuencia, se preparó a la
derecha de la escalinata un altar para celebrar
misas al aire libre. En él celebraron, con cierto
intervalo de tiempo, dos neosacerdotes salesianos,
ordenados la víspera por el Cardenal Vicario. Por
la misma razón se habían tomado otras medidas. Se
había instalado una fuerte valla, de una a otra
parte de la columnata berniniana, que dividía la
plaza en dos. En el espacio entre la valla y la
escalinata, que se mantenía desocupada, podían
entrar los que poseían <>. En razón ((**It19.260**)) del
grandísimo número de los que no habrían podido
obtener el billete de entrada en la basílica, se
había inventado, con asentimiento del Pontífice,
aquel billete de consolación, con el fin de poder
proporcionar una semi-satisfacción a todos los
millares que fuere posible.
A las ocho ilumináronse en un instante en el
interior de la basílica los centenares y
centenares de arañas de luz instaladas a lo largo
de las arcadas, pendientes de las bóvedas y
alrededor del altar de la Confesión, prestando a
la basílica un aspecto fascinante. En la
<> de Bernini del ábside, donde se había
colocado para la beatificación la pintura que
representaba al Beato, resplandecía, en medio de
un fulgor de luces, la figuración de la Santísima
Trinidad, a la que especialmente se dirigen el
honor y la gloria en los días de las
canonizaciones. Bajo la cátedra de San Pedro se
levantaba el trono papal. Por ambos lados, hasta
el altar de la Confesión, había largos sitiales
para Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos y
altos Prelados. Sobre el altar, adornado con
sencilla magnificencia, brillaban los seis
espléndidos candelabros de plata, cincelados por
Cellini. In cornu evangelii, sobre las gradas,
estaba encendido el cirio pascual en un candelabro
monumental de mármol. A la otra parte, colocados
sobre una mesita, estaban los dones rituales de la
Postulación. En las galerías de la Verónica y de
Santa Elena se veían colgando los lienzos con las
pinturas de los dos milagros, que ya conocemos.
A lo largo de las gigantescas paredes se
levantaban las tribunas. En el ábside
presbiterial, a la derecha y a la izquierda, las
destinadas a los Soberanos y Príncipes; después
otras para la familia del Papa, el Cuerpo
diplomático, la Orden de Malta, los parientes del
Santo, la Postulación de la Causa, la aristocracia
y el patriciado, representaciones y delegaciones
especiales.
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