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CAPITULO XIII
LA CANONIZACION
AL pie de una preciosa fotografía, regalada al
Oratorio de Turín, durante las fiestas de la
canonización, escribió el Padre Santo Pío XI de su
puño y letra y aplicó a don Bosco las palabras de
la Escritura: Dedit ei Dominus latitudinem cordis
quasi arenam, quae est in litore maris. Quiso
decir que el Señor dio a don Bosco un corazón
grandísimo, un corazón que derramó su amor con
tanta abundancia como la arena que hay en las
playas del mar. Fue ciertamente este amor sin
límites, inspirado y sostenido por una fe
vivísima, lo que le proporcionó en la canonización
un <> que <> 1. Procuraremos
hacer una descripción que no resulte excesiva ni
escuálida, sino que presente el histórico suceso
en sus líneas principales.
Peregrinaciones y representaciones
Como en la otra ocasión, actuaron enseguida
activas Comisiones en Roma y en Turín. Una novedad
que gustó muchísimo a todo el mundo fue que el Rey
y la Reina de Italia se dignaran aceptar la
presidencia de todas las Comisiones. En esta
ocasión fueron las peregrinaciones las que más
trabajo dieron a los organizadores; se preveía que
las habría ((**It19.257**)) de
muchas partes, hasta de América. Asistirían a la
ceremonia del primero de abril numerosos italianos
y extranjeros llegados a Roma para el Año Santo,
además de los acostumbrados turistas de distintos
países; pero nosotros sólo hablaremos de las
peregrinaciones salesianas.
Pueden dividirse éstas en tres clases:
peregrinaciones de colegios, peregrinaciones de
Cooperadores y exalumnos, y peregrinaciones
populares.
1 Las palabras entre comillas están tomadas del
Osservatore Romano (2-3 abril 1934).
(**Es19.215**))
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