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confirmó su decisión frente a quien
respetuosamente insinuaba consideraciones en
contra. El pensamiento del Papa fue cerrar, con la
glorificación del gran apóstol, el Año Santo
extraordinario convocado para conmemorar el siglo
decimonono de la Redención. La razón de su querer
ya se adivinó en ciertas palabras por él
pronunciadas en el discurso sobre los milagros.
Don Bosco, había dicho entonces el Padre Santo,
<>.
La noticia, llegada a Valdocco el quince de
enero por la mañana, se difundió inmediatamente,
produciendo en todas partes vivísima emoción. El
Rector Mayor, tan pronto como recibió la
confirmación oficial, convocó a su Consejo; y, a
continuación, ordenó que se participara a la
prensa de la ciudad y a los principales centros
salesianos del mundo. A continuación se presentó
al Alcalde para comunicárselo oficialmente. El
Alcalde, agradecido a la visita, se hizo
intérprete de la alegría de los turineses, que
tanta devoción y admiración sentían por su Santo.
Don Pedro Ricaldone envió un mensaje especial a
los Cooperadores, a quienes decía entre otras
cosas: <>. En el
mes de marzo sintió la necesidad de dirigir de
nuevo a los mismos una última palabra invitándolos
a las fiestas de Roma y después a las de ((**It19.255**)) Turín.
<>.
El Cardenal Arzobispo monseñor Fossati habló a
los diocesanos en la Pastoral de Cuaresma sobre el
próximo suceso. Después de recordar varios
aspectos de la vida de don Bosco que se prestaban
para oportunas enseñanzas y estímulos, anunció que
iría a Roma, para asistir a la canonización con
una peregrinación de turineses; y se decía además
entonces como cosa segura, que en las fiestas de
Turín para San Juan Bosco se renovaría el triunfo
del 1929.
La prensa empezó a pronosticar que para la
canonización de don Bosco habría la mayor
apoteosis que la historia recordase para un hijo
de Italia elevado a la gloria de los altares.
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