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Antonio Muratori. Por consiguiente, su
glorificación, cuyos primeros albores ya se ven en
el decreto de hoy, suscita muy justamente el santo
entusiasmo de las florecientes Repúblicas de
América del Sur, entre las que hoy está dividido
el vasto teatro del heroísmo de nuestros tres
Venerables a orillas del Río de la Plata, esto es,
Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay; todas esas
naciones católicas, con sus Gobiernos y Pastores
al frente, lo mismo que ardientemente lo han
implorado, así saborean ya de antemano el gozo de
poder honrar en ellos a los primeros Beatos
Mártires de aquellas regiones: sobre todo al
Venerable padre Roque González, por cuanto nació
en la ciudad de Asunción del Paraguay y fue
sacerdote secular antes de hacerse religioso de la
Compañía, en la que ingresó huyendo de los honores
de altos cargos eclesiásticos, y se convirtió
luego en apóstol de las tribus habitantes a
orillas del Río de la Plata, entre las cuales
encontró la deseada palma del martirio, es
verdaderamente hijo de América del Sur en todo el
sentido de la palabra y será la primera flor roja
indígena que sube a los altares, brotada y
cultivada en su tierra, como es Santa Rosa la
primera blanca flor de las vírgenes.
No podían faltar en este tan
extraordinariamente solemne Año Santo de la
Redención, las palmas de los Mártires para formar
corona al Divino Mártir del Gólgota. Y con humilde
satisfacción y profundo reconocimiento, la Familia
de San Ignacio da gracias de todo corazón,
primero, al Dador de todo bien y, después, a
Vuestra Santidad por el insigne favor de que tales
palmas de Mártires, para enlazarse con la
maravillosa floración de nuevos Santos y Beatos
del Año Jubilar, hayan sido elegidos precisamente
en el modesto jardín de la Compañía de Jesús.
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Beatísimo Padre:
En este principio del nuevo año litúrgico que
recuerda a todas las gentes la cuna del divino
Redentor, en este día dedicado al gran Patrono de
las Misiones, San Francisco Javier, el Beato don
Bosco nos deja oír su lema, grito de angustia y de
amor a la par: Da mihi animas, y los tres
Venerables Mártires de América del Sur nos enseñan
hasta qué punto se deben amar las almas redimidas
con la Sangre del Hombre-Dios. A los pies de
Vuestra Santidad, a la vez que agradecemos con
toda el alma la alegría que hoy nos ha procurado,
renovamos el propósito, que tan bien responde al
espíritu del Beato don Bosco y de San Ignacio, de
trabajar con todas las fuerzas, por la plácida
conquista de todo el mundo para el Reino de
Cristo, bajo la guía de su Vicario en la tierra.
Dignaos, Beatísimo Padre, fortalecer estos
nuestros propósitos con la Apostólica Bendición,
que imploro para nuestras respectivas Familias
Religiosas, para las naciones que se glorían en el
Señor de estos nuevos héroes, para todos los
presentes y para cuantos están unidos a nosotros
con la mente y el corazón.
Al referirse a los Jesuitas refugiados en
Piamonte, el Padre Ledochowski hizo una alusión
que merece ser comentada aquí. El año 1932 el
Gobierno revolucionario de España, con una
iniquísima ley, había desterrado a los Jesuitas
del territorio de la república. Don Pedro
Ricaldone, acordándose del ejemplo de don Bosco en
similar coyuntura, ofreció a los novicios y
estudiantes de la Compañía la casa salesiana de
Italia que más les gustase; y ordenó además a los
Inspectores
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