((**Es19.198**)
Y, sin embargo, Nos sentimos la dulce tentación
de dar al menos una rápida ojeada sintética a todo
lo que ya se ha visto, oído y dicho. Es, en
efecto, una magnífica síntesis la que se perfila
-muy merecida por la vida y la actividad del
Beato- en amplísimo horizonte.
Ante todo una síntesis personal: puede y debe
decirse que esta magnífica criatura de Dios en el
orden natural, es también una criatura elegida en
el orden sobrenatural -ya que el mismo Dios es el
Creador del mundo natural y del universo que está
por encima de la naturaleza-; puede decirse que
esta magnífica figura envuelta en múltiples
esplendores y dotada de múltiples valores, de una
bondad generosa, de un gran talento, de una
inteligencia luminosa, vivaz, perspicaz, vigorosa
que, si se hubiese limitado al campo de los
estudios y de la ciencia, ciertamente habría
dejado profundas huellas, como ya ha dejado
algunas también en este campo.
Otra síntesis puede ser la siguiente: este
hombre que no ha tenido tiempo más que para la
actividad y la acción, el trabajo constante e
incesante en medio de los muchachos, de los
jóvenes, de los viejos, ha sabido escribir
muchísimo: pasan, en efecto, de setenta sus
publicaciones, sus escritos dados a la imprenta,
bastantes de los cuales, aún en vida, alcanzaron
un número fabuloso de ediciones y alguno pasó del
millón de ejemplares.
Y además, junto a esta inteligencia tan
superior y sorprendente, un corazón de oro,
virilmente paterno y, al mismo tiempo -lo saben
todos los que estuvieron a su lado- un corazón
que conoció las ternuras del corazón materno,
especialmente con los pequeños, con los pobres de
entre los pequeños, con los más pobres y los más
pequeños de entre los pobres y los pequeños. Y
junto con este corazón, una voluntad gigante,
indómita e indomable por nadie, como no lo fue
ícon tantísimas obras y tan extraordinario
trabajo!
Y después, al servicio de tal inteligencia y
tal voluntad un físico, un cuerpo que, algo por el
afortunado temperamento y por haber conocido muy
pronto las durezas de la pobreza, pero sobre todo
por la fuerza de la voluntad y de la disciplina,
por una verdadera y singular penitencia
voluntaria, demostró una resistencia en el trabajo
verdaderamente admirable, que no se puede dudar en
llamarla milagrosa. ((**It19.235**))
Bastaría recordar sumariamente la actividad del
Beato y ver qué bien lo hacía todo: cuando se
ponía a escribir -y Nos le hemos visto entregado a
esta actividad especial- parecía no tener otra
cosa que hacer: escribía páginas y páginas,
folletos, cartas sin fin: otros tantos beneficios
espirituales. Se habría dicho que no tenía otra
ocupación ni tiempo más que para hablar, para
escuchar a todos, para responder a todos, y hasta
se habría asegurado que le sobraba mucho tiempo,
puesto que a menudo tenía como un deber mezclarse
con los muchachos para contentar especialmente a
los más desgraciados de aquellos pequeños y para
ponerse a contar cuentos y a jugar con ellos, como
si no hubiera en su vida ninguna otra incumbencia
u ocupación que requiriese su preciosa presencia,
como si no tuviese que hacer todo esto que tan
admirablemente ha realizado. Es algo maravilloso
pensar cómo haya podido hallar tiempo y cómo y
cuándo se permitía ese mínimo espacio de reposo y
descanso de absoluta necesidad para él como para
todos.
Pero esta síntesis, o mejor, este conjunto de
síntesis personal, de por sí grande y magnífica,
casi desaparece, para reaparecer después como
causa ante los propios efectos, al compararlo con
la síntesis objetiva de la obra del Beato,
especialmente, si se la contempla a tantos años de
distancia: desde los pastos de I Becchi, desde los
primeros y humildes inicios de Santa Filomena a
Valdocco, hasta el grandioso florecimiento de hoy.
Si damos una mirada general al conjunto de hijos e
hijas del Beato,
(**Es19.198**))
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