((**Es19.195**)
Nació en Castelnuovo de Asti el 16 de agosto de
1815, en humilde cuna, y murió en Turín el 31 de
enero de 1888.
En aquel tiempo tan turbulento por la agitación
de muchos pueblos, el deseo de novedad difundido
por doquier, las muchas persecuciones contra la
Iglesia, apareció, en medio de otros hombres de
santa memoria suscitados entonces por Dios, el
Beato Juan Bosco, como verdadero gigas ad
currendam viam.
Célebre por la fama de su santidad, glorificado
por Dios después de su muerte con el esplendor de
los milagros, fue inscrito en los fastos de los
Beatos por la Santidad de Nuestro Señor Pío XI el
2 de junio de 1929. Reasunta al año siguiente la
Causa para la Canonización, se instruyeron los
Procesos Apostólicos en Rímini y en Innsbruck
sobre dos prodigiosas curaciones, cuya validez fue
reconocida con el Decreto de la Sagrada
Congregación de Ritos del mes de abril del año
pasado. Celebróse la discusión de estas dos
curaciones en la Congregación Antepreparatoria del
26 de julio de 1932, en presencia del Revmo.
Cardenal Verde, Ponente o Relator de la Causa.
Pero habiéndose dejado de lado el milagro que se
decía ocurrido en Innsbruck, se instituyó en
Bérgamo el Proceso Apostólico sobre otra curación,
cuya validez se deliberó con el Decreto del
primero de febrero del corriente año, y cuyo
mérito se discutió en una Congregación
Antepreparatoria en presencia del mismo Cardenal
Ponente. Como quedara algún punto por aclarar
sobre la primera curación, se instituyó en Rímini
un proceso supletorio que se añadió al primero.
((**It19.231**)) La
primera curación sucedió en Rímini. Ana Maccolini
sufrió, a partir del mes de octubre del año 1930,
una bronconeumonía gripal que se prolongó hasta el
mes de febrero del año siguiente. A mediados del
mes de diciembre de 1930, añadióse a este mal una
flebitis en la pierna y muslo izquierdo, que se
corrió por todo el miembro, al extremo de que éste
parecía el doble de grueso de lo normal y perdió
todo movimiento. Es sabido que la flebitis, si es
grave en los jóvenes, lo es mucho más en los
viejos, por el peligro de gangrena de la
arterioesclerosis. Por esta razón los dos médicos
que la atendían, de acuerdo en el diagnóstico, y
teniendo en cuenta la edad de la enferma de
setenta y ocho años, y especialmente la afección
gripal, emitieron un pronóstico casi totalmente
infausto sobre la vida de la misma enferma.
Además, opinan todos los médicos que es imposible
la curación instantánea de la flebitis. Pues bien,
una de las últimas noches de aquel año, Ana, que
había invocado con un triduo al Beato Juan Bosco y
había aplicado al miembro enfermo una reliquia del
mismo, se curó instantánea y perfectamente de la
flebitis y readquirió la libertad de movimiento y
de las flexiones de la articulación del miembro,
sin dolores y sin hinchazón. Además de los médicos
que la atendían, aseguran su perfecta curación los
peritos físicos que examinaron a Ana diez meses
después y de nuevo recientemente, hace seis meses.
Tres peritos elegidos y delegados por esta Sagrada
Congregación están unánimemente de acuerdo con los
médicos que la atendían, lo mismo en cuanto al
diagnóstico y al pronóstico, que en cuanto al
reconocimiento del milagro.
No resulta menos evidente el segundo milagro.
Catalina Lanfranchi, de Pilenga, padecía de
predisposición artrítica. La artritis le había
atacado especialmente las rodillas y los pies con
lesiones orgánicas, y se presentaba en una forma
gravísima, si no para toda la vida de la paciente,
sí para cuanto se refería al movimiento de los
miembros. Habiendo resultado inútiles todas las
curas hechas desde el año 1903, fue la enferma a
Lourdes por dos veces, pero no habiendo obtenido,
ni siquiera la segunda vez, en mayo de 1931, la
curación por medio de la Bienaventurada Virgen
María, antes de salir de Lourdes dirigió a la
Madre celestial esta oración: -Ya que no me he
(**Es19.195**))
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