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porque venís a Nos en nombre de don Bosco a quien
tanto queremos, ya mucho antes de que todo el
mundo le llamase Beato, porque el gran Siervo de
Dios nos recuerda no sólo que tuvimos la suerte,
más aún, la gracia de levantarle a los primeros
honores de los altares, con el deseo y la
esperanza de elevarlo todavía a honores más altos;
sino que nos recuerda un antiguo conocimiento, y
casi estábamos por decir, una paternal amistad,
cuando en los primeros años de nuestro sacerdocio
pasamos un tiempo a su lado. Por eso os digo que
os vemos y saludamos con gran complacencia.
>>Añadimos otro título, por el que os queremos:
vosotros venís a Nos por el Jubileo extraordinario
que hemos proclamado para todo el mundo con motivo
del recuerdo diecinueve veces centenario de la
obra de nuestra Redención. Debéis hacer una
reflexión especial, dada vuestra condición de
alumnos de don Bosco. En efecto este tesoro que
recibís cada día, procede directamente de la Cruz,
y es el tesoro de la educación cristiana. Porque
la vida cristiana es el fruto compendio, o resumen
de la Redención, que el mundo había perdido y que
verdaderamente es invención de Jesús que la trajo
del cielo y aplicó en su nombre. Debéis pensar que
vosotros gozáis toda la riqueza de esta vida hasta
con magnificencia y que cada una de las partículas
de esta vida que cada día recibís, es una gracia
de la Sangre de Nuestro Señor>>.
Es visible en ambas ocasiones con qué
satisfacción pronostica el Padre Santo la
proximidad de la canonización de don Bosco. La
Providencia había reservado también al Pontífice
glorificador de don Bosco esta nueva alegría, como
ahora vamos a narrar.
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