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camino y que, rehaciendo este camino con su
espíritu, siempre se podrán alcanzar las mismas
metas.
Y aún bajo otro punto de vista encontramos en
el jovencito Discípulo los fúlgidos rasgos de la
fisonomía paterna del Maestro.
La vida del Beato don Bosco fue vida de unión
con Dios, vida de celo apostólico, vida de total
inmolación. Ahora es para nosotros tema de
edificante emoción enaltecer en el pequeño Domingo
un gran espíritu de oración habitual, un hábil
esmero para apartar del mal o hacer avanzar en el
bien a sus compañeros, y no solamente a ellos, una
generosidad tan invencible para sufrir
dificultades y molestias y hasta malos tratos, con
tal de promover la gloria de Dios, luchando contra
el pecado y alejando el escándalo. íQué
maravillosamente resume el contenido de una vida
tan corta y sin embargo tan fecunda, el programa
encerrado en las palabras: Oración, Acción,
Sacrificio, que Vuestra Santidad no se cansa de
repetir a todos los seglares que quieren poner sus
fuerzas al servicio de la Jerarquía Eclesiástica!
Siempre nos hemos considerado afortunados por
haber podido, desde los primeros años de la
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juventud, conocer y apreciar las virtudes y
ejemplos de Domingo Savio, hasta de los mismos
labios de quien había sido su maestro o compañero
durante los años de su permanencia en el Oratorio;
todos estaban de acuerdo en proclamarlo modelo
esclarecido de virtud; pero hoy nuestro gozo es
completo al ver consagrada nuestra admiración con
la augusta palabra de Vuestra Santidad.
Permitid, Beatísimo Padre, que en una
circunstancia tan solemne y querida para nosotros,
mientras me cabe el honor de poner a los pies de
Vuestra Santidad, en nombre de todos los
Salesianos, el más devoto agradecimiento por el
señalado favor, pida poder formular la promesa de
que nosotros nos mantendremos cada día más
aferrados a este glorioso modelo de fidelidad en
el seguimiento de las normas de nuestro Beato
Fundador, con la consoladora certidumbre de que,
siguiendo sus huellas, caminamos seguros por las
sendas trazadas por mano del Vicario de
Jesucristo.
Con estos sentimientos me postro implorando
para todos los Salesianos, sus alumnos,
cooperadores, exalumnos y sobre la familia de las
Hijas de María Auxiliadora la Bendición
Apostólica.
El Papa, que siguió con visible atención la
lectura, recogióse un instante en sí mismo y
pronunció este discurso:
Vuelve, queridísimos hijos, vuelve hasta
nosotros y precisamente en este lugar, la gran
figura del Beato don Bosco, casi acompañando y
presentando en persona y de su mano, a su pequeño,
o mejor gran alumno, el Venerable Domingo Savio. Y
Nos parece volver a ver al gran Siervo de Dios, lo
mismo que lo vimos -gran favor éste, que colocamos
entre todos los que la divina Bondad Nos ha
generosamente concedido- lo mismo que lo vimos,
en medio de sus alumnos y de sus colaboradores.
Y es verdaderamente admirable en los designios
de Dios, en los designios, en los preludios de la
Divina Providencia; es verdaderamente admirable
este retorno del Beato don Bosco, con este fruto,
de los primeros, de los más bellos, el más bello
de los primeros, puede decirse, el más exquisito
de su obra educativa, de su obra apostólica,
porque toda su vida, toda su obra fue siempre un
apostolado. El, en efecto, llenó con el espíritu
de apostolado toda su existencia, ya empapada en
el espíritu que concisa y totalmente expresaba con
aquellas sus palabras, aquella que fue su
verdadera palabra
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