((**Es19.181**)principe
sco. Después continuó: <>.
Es cosa muy conocida que don Bosco fue un gran
cultivador de las vocaciones sacerdotales; pero
hay que tener presente que él fue en sí mismo un
modelo de preparación, de vida y de actividad
sacerdotal. Es lo que Pío XI puso de relieve el 17
de junio de 1932 en la recepción que dio a los
seminaristas de los Pontificios Seminarios
Romanos. Díjoles, antes de bendecirlos, que había
encontrado para aquella hora tan consoladora un
agradable recuerdo. Eran unas medallitas que él
entregaba al Cardenal Vicario, para que las
distribuyese en nombre del Vicario de Jesucristo.
Aquella medallas con la efigie del Papa, que había
de ser para cada uno de ellos, como dijo el Poeta,
la dulce imagen paterna, llevaban la dulce imagen
de don Bosco en actitud de cultivar, como él sabía
hacerlo, las primeras juventudes y llevarlas a
Dios. Después continuó diciendo:
Y vuestra juventud, que camina hacia Dios por
un camino tan alto, con aspiraciones tan sublimes,
encuentra en el Beato don Bosco -gran cultivador
de las vocaciones sacerdotales hasta poder decir
que su obra, en este aspecto, todavía se siente
hoy más que nunca- vuestro modelo de preparación
sacerdotal primero, y después de vida y actividad
sacerdotal. Nos pudimos ver muy de cerca al Beato,
y edificarnos precisamente en presencia de una y
otra preparación y ver lo que no todos tuvieron la
suerte de ver aún ((**It19.214**)) entre
sus hijos. Ya que su preparación para la santidad,
su preparación para la virtud, su preparación para
la piedad, la veían todos porque ella constituía
toda la vida de don Bosco: su vida era, en todo
momento, una inmolación continua de caridad, un
constante recogimiento de oración: ésta era la
impresión que se sacaba de su conversación: la de
un hombre que estaba atento a todo lo que sucedía
a su alrededor. Llegaban personas de todas partes,
de Europa, de China, de Africa, de India, quién
con un asunto, quién con otro: y él de pie,
incontinenti, como si fuese cosa de un momento,
oía a todos, lo comprendía todo y respondía
siempre a todo con un elevado recogimiento. Se
hubiera dicho que no atendía a nada de lo que se
decía en torno a él; se hubiera dicho que su
pensamiento estaba en otra parte y así era; estaba
en otra parte, estaba unido a Dios con el
espíritu; pero después respondía a todos, y tenía
la palabra exacta para todo de una forma
maravillosa: primero, en efecto, sorprendía,
después maravillaba. Esta era la vida de santidad
y de recogimiento, de asiduidad en la oración y el
Beato tenía durante las horas de la noche y en
medio de las ocupaciones continuas e implacables
de las horas del día. Pero escapó a muchos lo que
constituyó la preparación de su inteligencia, la
preparación de la
(**Es19.181**))
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