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altavoces colocados en el patio, en la plaza y en
la avenida Regina Margherita que difundían al
exterior cuanto se realizaba en el santuario; y
más todavía, el primero y el tercer día, en los
que la Radio transmitió las ejecuciones musicales.
La magnífica iluminación cerraba cada día la
jornada.
Hay que decir que, a juicio de todo el mundo,
las ejecuciones musicales resultaron dignas de
Aquel que, desde los principios de su institución,
había comprendido la importancia que tiene la
música en la educación y formación de la juventud.
Inicialmente estuvo confiada a sus propias fuerzas
y a las de sus colaboradores, que desde el punto
de vista del arte no estaban todavía en situación
de hacer grandes cosas; pero había llegado el
momento en el que surgieron maestros compositores
de entre sus hijos. Lo mismo en Roma que en Turín
demostraron y confirmaron los Salesianos su
madurez artística con la creación de trabajos que
merecieron las alabanzas de los competentes en la
materia. Distinguiéronse entre todos Antolisei,
Pagella, De Bonis, Hlond, hermano del Cardenal, y
Dogliani. Se interpretó el Magnificat de De Bonis,
de ricos y variados temas, sobre unas melodías
felicísimas, como correspondían a su agradable
estilo dotado de profundos estudios. Se cantó y
admiró la Missa in honorem Beati Johannis Bosco,
de Antolisei, a ocho voces, y la Missa solemnis
XIX de Pagella, ((**It19.197**))
dedicada al nuevo Beato 1. El autor de esta
segunda misa tuvo la feliz idea de servirse, para
el Gloria, del tema de un villancico compuesto y
puesto en música por el Beato en los primerísimos
tiempos del Oratorio: Entonad con voz de júbilo.
El coro de la Basílica de María Auxiliadora estaba
formado por dos escuelas salesianas, una con
ochenta y cinco tenores y bajos del Instituto
teológico internacional de la Crocetta,
amaestrados por don Juan Bta. Grosso, y la otra
con ciento veinticinco sopranos y contraltos del
Oratorio, preparados por Dogliani. Las
interpretaciones fueron superiores a todo elogio
por su extraordinaria frescura de voces y por su
unión, su afinación y ductilidad a las
indicaciones directivas. Raras veces pueden oírse
audiciones musicales tan exquisitas y perfectas:
no se podía celebrar más grandiosamente al celoso
defensor de la música sagrada.
1 El maestro Tebaldini comentó, con su superior
competencia, estas partituras de dos Salesianos.
Sus recensiones quedaron inéditas, pero no deben
perderse (Ap., Doc., 13).
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