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((**Es19.167**) El triduo Se apagaron las luces de la noche del nueve de junio, pero no terminó la demostración de afecto y entusiasmo por el Beato don Bosco; continuó con el mismo fervor durante el triduo celebrado en su honor. No cesó ni un instante en Valdocco la concurrencia de la gente. Desde las cuatro de la mañana hasta las once de la noche, rebosaban de fieles y peregrinos la iglesia, la plaza, y los patios del Oratorio. El pueblo se agolpaba en derredor de la urna que se encontraba en medio de la Basílica. En las horas de mayor concurso había un doble cordón de jóvenes robustos que contenían aquella especie de procesión, mientras unos sacerdotes y clérigos se esforzaban por canalizarla invitando a todos a no entretenerse más de lo necesario. Para satisfacer los piadosos deseos de muchos, varios sacerdotes se dedicaban a tocar el cristal de la urna con los objetos presentados por la gente. Fueron muchísimos los que no se limitaban a venerar las reliquias del Beato, sino que se acercaban a los santos sacramentos. Se confesaba en todos los rincones de la iglesia y se distribuía la comunión casi sin interrupción; cada mañana se consumían miles y miles de formas. >>Y qué decir de las funciones? Prestaba brillo a las mismas la púrpura romana. Uno de los Cardenales pontificaba la Misa solemne y la bendición eucarística de la tarde con la asistencia y el ceremonial correspondiente a su dignidad. Tres de ellos cantaron sucesivamente las glorias del Beato. Fue el primero el cardenal Hlond, el cual evocó lo que había visto en Roma, recordó la magnificencia del cortejo y puso de relieve el conmovedor plebiscito de la jornada en torno de la urna, indagó la razón de tales hechos y la encontró en la genial santidad de don Bosco, enviado por la Providencia ((**It19.196**)) para ser apóstol de lo sobrenatural, en medio del mundo del siglo XIX, ante los indiferentes u hostiles a lo sobrenatural. Si el laicismo ha ido desapareciendo durante el siglo XX por un lado y por otro, atribuía el mérito a don Bosco y a sus hijos. El segundo día fue el cardenal Nasalli-Rocca quien exaltó la obra benéfica realizada por don Bosco, gracias a los divinos tesoros prodigados por él a la juventud, a la sociedad, a Italia y al mundo entero. El cardenal Gamba conmovió al inmenso auditorio el tercer día con su cautivadora palabra. El antiguo alumno del Beato y Pastor de la archidiócesis, dio rienda suelta a la ola de sus afectos y recuerdos y presentó la figura de don Bosco sacerdote de Dios y conquistador de las almas. Durante una hora tuvo pendientes de sus labios a los oyentes que no se saciaban de oírle. Había cinco (**Es19.167**))
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