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El triduo
Se apagaron las luces de la noche del nueve de
junio, pero no terminó la demostración de afecto y
entusiasmo por el Beato don Bosco; continuó con el
mismo fervor durante el triduo celebrado en su
honor. No cesó ni un instante en Valdocco la
concurrencia de la gente. Desde las cuatro de la
mañana hasta las once de la noche, rebosaban de
fieles y peregrinos la iglesia, la plaza, y los
patios del Oratorio. El pueblo se agolpaba en
derredor de la urna que se encontraba en medio de
la Basílica. En las horas de mayor concurso había
un doble cordón de jóvenes robustos que contenían
aquella especie de procesión, mientras unos
sacerdotes y clérigos se esforzaban por
canalizarla invitando a todos a no entretenerse
más de lo necesario. Para satisfacer los piadosos
deseos de muchos, varios sacerdotes se dedicaban a
tocar el cristal de la urna con los objetos
presentados por la gente. Fueron muchísimos los
que no se limitaban a venerar las reliquias del
Beato, sino que se acercaban a los santos
sacramentos. Se confesaba en todos los rincones de
la iglesia y se distribuía la comunión casi sin
interrupción; cada mañana se consumían miles y
miles de formas.
>>Y qué decir de las funciones? Prestaba brillo
a las mismas la púrpura romana. Uno de los
Cardenales pontificaba la Misa solemne y la
bendición eucarística de la tarde con la
asistencia y el ceremonial correspondiente a su
dignidad. Tres de ellos cantaron sucesivamente las
glorias del Beato. Fue el primero el cardenal
Hlond, el cual evocó lo que había visto en Roma,
recordó la magnificencia del cortejo y puso de
relieve el conmovedor plebiscito de la jornada en
torno de la urna, indagó la razón de tales hechos
y la encontró en la genial santidad de don Bosco,
enviado por la Providencia ((**It19.196**)) para
ser apóstol de lo sobrenatural, en medio del mundo
del siglo XIX, ante los indiferentes u hostiles a
lo sobrenatural. Si el laicismo ha ido
desapareciendo durante el siglo XX por un lado y
por otro, atribuía el mérito a don Bosco y a sus
hijos. El segundo día fue el cardenal
Nasalli-Rocca quien exaltó la obra benéfica
realizada por don Bosco, gracias a los divinos
tesoros prodigados por él a la juventud, a la
sociedad, a Italia y al mundo entero. El cardenal
Gamba conmovió al inmenso auditorio el tercer día
con su cautivadora palabra. El antiguo alumno del
Beato y Pastor de la archidiócesis, dio rienda
suelta a la ola de sus afectos y recuerdos y
presentó la figura de don Bosco sacerdote de Dios
y conquistador de las almas. Durante una hora tuvo
pendientes de sus labios a los oyentes que no se
saciaban de oírle. Había cinco
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