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cuales les habrían podido proporcionar de este
modo todos los informes oportunos. Por este medio
pudo la subcomisión comunicarse con los más
importantes diarios de Italia y del extranjero,
que a su vez informarían exactamente al público
sobre la grandeza y la santidad del nuevo Beato y
difundirían ampliamente todas las noticias
referentes a las manifestaciones en su honor.
También la tercera subcomisión, presidida por
el Catequista General, don Pedro Tirone, tuvo su
quehacer. La afluencia de sacerdotes forasteros y
la presencia de muchos Obispos requerían altares,
ornamentos y vasos sagrados en abundancia. La
administración de los Sacramentos a millares de
fieles exigía disposiciones excepcionales, si se
quería que resultase fácil y rápida. Además, se
esperaba que en la Basílica de María Auxiliadora,
durante el triduo se celebrarían sin cesar
grandiosas ceremonias, cuyo éxito dependía de una
cuidadosa preparación. Se estableció entre otras
cosas un programa musical tan rico y variado, que,
para ejecutarlo bien, fueron necesarios
inteligentes y repetidos ensayos.
En cuanto a los ornamentos, los más importantes
eran los que habían de usarse en los pontificales.
Hacía dos años que trabajaban en ello más de
cuarenta personas, entre hermanas, novicias y
postulantes de las Hijas de María Auxiliadora. Fue
un homenaje magnífico suyo al Fundador la
preparación de seis capas pluviales, una casulla,
cuatro dalmáticas, tres estolas, tres manípulos,
un velo humeral, un paño de cáliz, dos bolsas de
corporales, un conopeo y un frontal. Los bordados
ejecutados sobre rico tejido demostraban una
técnica y una habilidad superiores a todo elogio;
rivalizaban en ellos la grandiosidad del dibujo y
el primor de la ejecución. El más mínimo detalle
había sido realizado con exquisita diligencia.
Algunas florecillas, ciertas hojitas, determinadas
volutas habían costado jornadas enteras de
paciente atención; y pequeñeces de esta índole las
había a cientos en un solo pluvial. Se emplearon
en ello veinte kilos de oro. Resulta un monumento,
muy digno de recuerdo para la posteridad, la
piedad filial del Instituto a su gran Padre.
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Correspondía a la tercera subcomisión cuidarse de
la ornamentación del santuario, y tanto se hizo
que, al acabar, los más asiduos no reconocían su
iglesia. La Gloria del Beato en la gigantesca
pintura expuesta en San Pedro dominaba el templo
desde el altar mayor. También procedían de Roma
los dos grandes cuadros de los milagros, los
cuales colgaban de las paredes laterales del mismo
altar.
La Sexta subcomisión dio los pasos necesarios
para obtener una instalación radiofónica que
transmitiese al público situado en los patios
(**Es19.149**))
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