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una superficie como siete veces el Hospicio del
Sagrado Corazón.
Hemos hecho referencia al triduo, primer
homenaje solemne de ((**It19.165**))
veneración al Beato don Bosco. Tejieron las loas
del festejado monseñor Salotti, monseñor Olivares
y el cardenal Gamba. Acudieron a celebrar la Misa
del Beato muchísimos sacerdotes seculares y
regulares. No disminuyó en todo el día la
afluencia de devotos. Las sagradas funciones se
desenvolvían solemnísimamente en medio de un
derroche de luces y ante imponentes multitudes.
Manifestaciones externas, espléndidas
iluminaciones nocturnas, conciertos de bandas
salesianas, himnos y cánticos de los jóvenes
alegraban a las multitudes que acudían a
participar en la alegría de los hijos de don
Bosco.
El triduo continuó con la fiesta del Sagrado
Corazón, que coincidía precisamente con el día de
la clausura. Daba la impresión de que el mismo
Sagrado Corazón de Jesús quisiera glorificar al
que tanto había trabajado y sufrido por su gloria,
como extensamente se narra en las Memorias
Biográficas del Beato. Coincidió aquel siete de
junio con otro suceso. A las once de la mañana se
celebró en el Vaticano el intercambio de
ratificaciones del Pacto Lateranense del once de
febrero, que debían entrar definitivamente en
vigor al son de las campanas del mediodía.
Satisfizo pensar, por tanto, que el Corazón del
Redentor, dueño de los corazones y de los sucesos
humanos, presidiese precisamente entonces aquel
gran acto, con el que se cumplía uno de los más
ardientes deseos de don Bosco, la Conciliación
entre la Santa Sede y el Estado Italiano.
La solemnidad del Sagrado Corazón no acabó de
repente con la concurrencia de los fieles romanos,
deseosos de venerar a don Bosco en la iglesia por
él levantada. Una nota característica llamó la
atención durante el triduo y los días siguientes:
la frecuencia de los Sacramentos. Se confesaba en
todos los rincones de la iglesia y casi a todas
las horas del día, y se distribuía la comunión
casi sin cesar. Fue un detalle que llamó la
atención después en las celebraciones ampliamente
tenidas en Italia y en el extranjero. No se habría
podido ciertamente honrar a don Bosco de un modo
más de acuerdo con el espíritu de su apostolado,
que él ejerció siempre difundiendo la práctica de
una piedad, diríamos, tan sacramental.
((**It19.166**)) No
hemos hablado de las interpretaciones musicales.
Sería éste un olvido imperdonable, dado el brillo
que la música proporcionó a las fiestas y la
importancia que ella suele tener en toda fiesta
salesiana. Llamó la atención la Schola cantorum
del Colegio del Sagrado Corazón, reforzada con los
mejores cantores de las Capillas
(**Es19.143**))
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