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colocación de la primera piedra de la iglesia y se
considerase toda la obra como un monumento al Papa
de la beatificación.
Cuando don Fidel Giraudi le presentó los planos
de la iglesia, expresó el Papa otro deseo:
aconsejaba que se la diese mayor amplitud, pues
parecíale cierto, como lo confirmaron los hechos,
que crecería notablemente la población por los
alrededores. Y más aún, casi a título de
incentivo, ofreció un millón de liras; y no paró
ahí su munificencia, ya que, durante el curso de
los trabajos entregó, posteriormente, a plazos,
otra cantidad igual.
El sagrado rito se desenvolvió con la mayor
solemnidad el día cuatro de junio por la tarde,
mientras en la Basílica del Sagrado Corazón
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empezaban los Salesianos el grandioso triduo que
suele celebrarse en la Urbe en honor de los nuevos
Beatos. El terso cielo de Roma favoreció la
sugestiva función, deslumbrante por su grandioso
aparato. Había allí cinco Purpurados -Pompili,
Hlond, Cerretti, Lauri, Gamba-, numerosos Obispos,
muchas autoridades eclesiásticas y civiles, un
numeroso grupo internacional de sacerdotes y
religiosos, las Hijas de María Auxiliadora,
Cooperadores y exalumnos en número considerable,
varios colegios salesianos, que llenaban la
inmensa área en torno al armazón que sostenía un
bloque de piedra destinado a ser el centro sobre
el cual se elevaría el nuevo templo. Tocó la banda
de música una marcha y don Felipe Rinaldi explicó
a los asistentes las razones remotas y próximas
del homenaje que los Salesianos querían rendir al
Pontífice felizmente reinante. A continuación del
discurso, el cardenal Pompili, Vicario de Su
Santidad, bendijo la piedra, que, después de
recibir la primera paletada de cal, fue bajada
lentamente hasta el fondo de la zanja. En una
cavidad de la piedra se había encerrado un estuche
de plomo con un pergamino y unas medallas. En el
pergamino había esta inscripción: Bajo el
Pontificado de Pío XI, en el año de su Jubileo
sacerdotal, siendo Rey de Italia Víctor Manuel III
y Duce de los Italianos Benito Mussolini, en el
año VII de la Era Fascista, en el cual JUAN BOSCO
padre y Legislador de los Salesianos, fue inscrito
entre los Beatos, don Felipe Rinaldi, Rector Mayor
de la Sociedad Salesiana, a fin de perpetuar la
memoria de tan insigne suceso, hizo empezar en
este nuevo barrio de Roma, bajo los auspicios y el
nombre de tan gran Pontífice, el Templo dedicado a
María Auxiliadora y el grandioso Instituto
profesional para jóvenes aprendices y el Cardenal
Vicario Basilio Pompili, bendijo la piedra
angular, según el rito, el 4 de junio de 1929.
Acabada la ceremonia, pronunció unas palabras el
Cardenal oficiante; después visitaron los
presentes las obras en construcción, que en su
conjunto ocuparían
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