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Por eso, os volvemos a ver con satisfacción, y
con tanto más placer por cuanto volvemos a ver a
don Bosco no sólo en el gran cuadro, que
resplandeció en la Basílica de San Pedro, en aquel
inmenso espectáculo de almas y de oración, por la
glorificación de vuestro y nuestro Beato don
Bosco; y en la ocasión en que hemos podido hablar
a la inmensa familia salesiana, en el patio de San
Dámaso; sino que volvemos a verlo en vosotros, que
sois su porción elegida.
En vosotros, teólogos de hoy, sacerdotes de
mañana, exponente espiritual de la familia
salesiana, de esa numerosa tropa formada por
Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Alumnos y
Cooperadores; en vosotros, futuros sacerdotes,
esperanza de tantas almas, que ansiosamente
aguardan la palabra de la verdad, la palabra
divina del Evangelio, que saldrá de vuestros
labios.
En vosotros, queridos muchachos pequeños
predilectos de nuestros antecesores, como lo sois
de Nos y de don Bosco, el cual amó las almas de
los pequeños como Nuestro Señor. Vosotros sabéis
que las almas de los más pequeños son las
predilectas de Nuestro Señor Jesucristo, y os
aseguramos que también lo sois para Nos,
queridísimos hijos de la Casa Madre, yemas de las
primeras plantas, que don Bosco cultivó con tan
solícitos cuidados. Antes de bendeciros queremos
decir dos palabras a los unos y a los otros: pocas
palabras que caerán en buen terreno, y que
vosotros haréis fructificar, como os lo enseñó
vuestro Padre, el Beato don Bosco.
A vosotros, teólogos, a vosotros hijos de don
Bosco y teólogos salesianos. Sois estudiantes de
teología: estudiadla bien; es la ciencia de Dios a
quien debéis llevar muchas almas. Teólogos
salesianos, he aquí la palabra que os dirigimos:
trabajad siempre, mas sin dejar la oración, la
meditación, el espíritu de piedad, ya que, sin
estas ayudas, no se puede trabajar útilmente para
gloria de Dios. En efecto, así como una máquina,
por muy perfecta que ella sea, por mucho brillo y
poder que tenga, no funciona sin fuerza motriz,
mientras que, cuando recibe el empuje necesario,
trabaja expeditamente; así debe ser también para
vosotros la oración y la meditación: he ahí el
secreto para lograr que vuestras obras sean
fecundas con frutos de santidad.
Recordad que los frutos alborotados, faltos de
recta intención y de la gracia, no son los que
agradan a Dios. Amad, pues, la teología y procurad
que os lleve a una vida de sincera piedad; pedid
al Señor que os ayude a orientarla hacia estos
sentimientos; de este modo compartiréis vuestros
ideales. Amad, procurad que vuestra teología tenga
amplia, profunda y eficaz aspiración ascética; sea
la teología la base y la inspiración ascética; y
sirva la ascética para la inspiración teológica.
Y a vosotros, queridísimos jóvenes, una palabra
más tierna y paternal. Os decíamos que así como
Nos hemos tenido el placer y la satisfacción de
glorificar a don Bosco, elevándolo al honor de los
altares, ((**It19.162**)) así os
toca ahora a vosotros glorificarlo y tributarle el
correspondiente honor en la tierra. El Papa ha
pensado en el honor celestial de don Bosco; los
hijos del Beato deben pensar en el honor del
Padre: Honor patris, filius sapiens. Pero vuestra
sabiduría debe manifestarse en el espíritu, en la
palabra, en las obras, en el trabajo de toda
vuestra vida cristiana y en las relaciones
sociales; en vuestras posiciones inequívocas, en
vuestras conversaciones rectas y en todas las
circunstancias de la vida. Entonces seréis
verdaderamente hijos sabios y vuestro Padre estará
en vosotros y será glorificado por vosotros.
Queremos añadir una palabra más: todos debéis
tener un profundo sentimiento de lo que sois.
Filii sanctorum sumus, dice el escritor sagrado,
palabras propias de los hijos de la Iglesia, de la
gran familia Católica; pero que desearíamos
tuvieseis siempre presentes vosotros, ejército
salesiano, ya que el pensamiento de la santidad
del Padre hace que los corazones de sus hijos se
sientan santamente altivos y orgullosos.
(**Es19.140**))
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