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ofrenda y, muy agradecido, envió como regalo a sus
jóvenes colaboradores un rosario. Y es así, según
hemos podido entender al leer su vida, como hizo
siempre el Beato don Bosco, para educar
eficazmente en el amor y la devoción al Papa a las
generaciones que desde 1841 hasta 1888 fueron
objeto de sus directos cuidados.
((**It19.160**)) Las
enseñanzas del Padre, heredadas y siempre
practicadas por los Salesianos, siguen siéndonos
transmitidas también por medio de nuestros
actuales Superiores y Maestros a nosotros los
alumnos de la Casa Madre de Valdocco. Queremos
secundarlas y ser dignos, también en esto, de
tantos jóvenes como nos han precedido con honor en
el Oratorio.
Ante Vos, Beatísimo Padre, protestamos en
nombre de todos nuestros compañeros, nuestro gran
amor, nuestro cariño indefectible al Vicario de
Jesucristo. Pero en esta ocasión, no nos satisface
plenamente este acto. Queremos dirigir a Vuestra
Santidad una palabra de sentido agradecimiento.
Queremos deciros gracias en nombre de millares y
millares de jóvenes hijos de don Bosco, esparcidos
por todo el mundo, agradecidos a Vuestra Santidad,
que lo ha elevado al honor de los altares.
íGracias! Es de justicia que seamos nosotros, los
muchachos del Oratorio de Turín, quienes os
digamos gracias; nosotros que, desde el día nueve,
tendremos la fortuna de estar más cerca que todos
de don Bosco Beato.
Os damos también las gracias, Beatísimo Padre,
por vuestra gran bondad y paternal amabilidad al
concedernos esta audiencia, cuyo recuerdo no se
borrará jamás de nuestra mente. íGracias!
Con estos sentimientos en el corazón nos
resulta sobremanera dulce y grato arrodillarnos
para recibir la bendición que Vuestra Santidad nos
impartirá con particular efusión del corazón.
Estamos firmemente convencidos de que esta
bendición nos aportará a nosotros y a todos
nuestros compañeros de la Casa Madre y de los
demás Colegios Salesianos, una abundantísima
rociada de gracias celestiales, que servirán para
alcanzarnos la perseverancia y el entusiasmo por
el bien y por nuestra santa fe, que nos haga
verdaderamente dignos hijos de don Bosco a quien
ahora saludamos como Beato.
Santidad,
Pedimos también esta bendición para nuestros
queridos padres, para nuestros amados Superiores,
de modo especial para nuestro Señor Director, que
nos ha acompañado hasta aquí, por nuestros
estudios y nuestro trabajo. Bendición amplia para
las personas, los lugares y el tiempo; rica en
gracias; llena de aquel motor paternal que Jesús
mostraba a los jóvenes, y que Vuestra Santidad,
copiando al divino Modelo, siente y demuestra de
manera tan maravillosa.
Después de esta lectura, tuvo el Papa la bondad
de dirigir a los reunidos este paternal discurso.
íPredilectos hijos de don Bosco y nuestros!
Me han gustado vuestros cantos y vuestros
aplausos porque manifiestan el amor profundamente
filial que sentís a Nuestra Persona; pero nos
gusta mucho más vuestra presencia. No habéis
querido, hijos míos, abandonar la Ciudad Eterna
sin volver a ver al Padre; os ((**It19.161**))
aseguro que también el Padre deseaba volver a ver,
antes de que partieran, a sus hijos tan buenos y
tan queridos.
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