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propia persona, para entregarse a todo lo que
pudiera contribuir al bien de las almas. Y Nos
mismo recordamos las hermosas palabras que él en
persona, mirando el porvenir con genial intuición,
Nos decía al congratularnos con él por haber visto
tantas cosas hermosas en sus casas, en sus
talleres, en sus escuelas. Y tened en cuenta que
no se trataba del bien en sí mismo, sino
simplemente de las instalaciones para hacer el
bien, en las cuales procedía con la seguridad de
la más feliz inspiración. El, que como muy bien
sabéis, siempre hablaba de sí mismo en tercera
persona, respondía a nuestras felicitaciones:
-Cuando se trata de hacer algo que mira a la
gran causa del bien, don Bosco quiere ir siempre a
la vanguardia del progreso.
Esta palabra que un día oímos de labios de
vuestro padre, queridísimos hijos, pensamos
dejárosla como recuerdo, como fruto, como
propósito para el trabajo, como la más bella
conclusión práctica de esta hora maravillosa que
Nos habéis proporcionado. Cuando se trata del
bien, de la verdad, del honor de Dios y de la
Iglesia, del Reino de Jesucristo, de la salvación
de las almas, ísiempre a la vanguardia del
progreso! Sea ésta vuestra palabra de orden, el
estímulo constante para caminar cada vez más
animosamente por los hermosos caminos a los que os
preparan la palabra, la exhortación, el ejemplo y
ahora la intercesión del Beato Juan Bosco.
((**It19.158**)) Con
esta magnífica visión del pasado y previsión para
el porvenir os impartimos la Bendición Apostólica,
todas las bendiciones que habéis venido a pedir a
vuestro Padre en un momento tan hermoso; todas
esas bendiciones que Nos ha pedido vuestro muy
afortunado intérprete para cada una de sus
familias: las bendiciones que en este momento os
impartimos de corazón a todos y cada uno de
vosotros, jóvenes y no jóvenes, junto con todas
las cosas y personas queridas, instituciones,
obras, aspiraciones, casas, colegios, misiones,
que cada uno de vosotros lleva en el pensamiento y
en el corazón y desea sea bendecido. Descienda
sobre todo ello nuestra paternal bendición y
permanezca siempre.
Cuando hubo terminado de hablar, el Padre Santo
se puso en pie para impartir la bendición. Toda la
asamblea enajenada, conteniendo a duras penas la
emoción, tomó una actitud de devota piedad; pero,
al llegar al maneat semper, desahogó su entusiasmo
con aplausos que subieron a los cielos. Adelantóse
el Papa con el séquito hasta el borde de la
tribuna, la recorrió de uno a otro lado saludando
con repetidos gestos de sus manos, mientras
crecían en intensidad los gritos juveniles. íQué
clamorosa alegría! La fervorosa manifestación de
afecto no cesó hasta que el augusto Pontífice
entró en sus estancias. <>.
Dos días más tarde hubo otra audiencia bastante
más reducida, pero digna también de recuerdo. Se
trataba de los doscientos clérigos mencionados más
arriba y los doscientos cincuenta alumnos de la
casa madre de Valdocco. Los primeros estaban
alineados en la sala Clementina y entonaron el
Oremus pro Pontifice al llegar Su Santidad,
(**Es19.137**))
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