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y Cooperadores, Obispos, Prelados, Cardenales, no
sois más que una representación, una pequeña
representación de tantos y tantos como vemos en
espíritu, en una gran visión apocalíptica, tras
vosotros, por encima de vosotros, juntamente con
vosotros, nuestra alma se extasía de admiración y
gozo. >>Cuántos son los hijos de don Bosco y los
que participan en su obra? Al presente son
millares y millares. De siete a ocho mil
Salesianos, de ocho a nueve mil Hijas de María
Auxiliadora. >>Y cuántos son los alumnos
salesianos? Respondemos a esta última pregunta con
la respuesta de vuestro mismo Superior Mayor el
cual, cuando Nos le hemos preguntado si podía
darnos al menos una aproximación global del total
de los alumnos salesianos en este momento, nos
respondía modestamente que no lo sabía y no podía
dárnoslo. He ahí un testimonio de modestia, y he
ahí, dejádnoslo decir, una valiosa afirmación
(grandísimos aplausos), porque, en sustancia, el
buen padre quería decir: son tantos, que ni
siquiera sabemos cuántos son.
Os felicitamos, queridísimos hijos, en
cualquier puesto, en cualquier cargo, en cualquier
grado que os encontréis, por humilde que sea, en
esta gran familia, en este gran ejército, en esta
grande y verdadera armada del bien y de la verdad.
Cuando se piensa en el valor de una alma, cuando
se piensa en el inmenso tesoro que es la educación
cristiana, la educación cristiana como don Bosco
la entendía, es decir, profundamente,
completamente, exquisitamente cristiana y
católica; cuando se piensa en este tesoro
multiplicado por multiplicadores tan grandes, nace
verdaderamente una exaltación de alegría y de
gratitud a Dios, que sabe suscitar obras tan
grandes y mantenerlas vivas en este mundo, en este
mísero mundo, donde siempre continúa la lucha
pertinaz del mal contra el bien, contra la verdad
cristiana.
Nos alegramos con todos y cada uno de vosotros,
mis queridos hijos, con toda la gran familia
salesiana, y encontramos en esta descripción, en
este consolador reconocimiento de un pasado tan
fecundo de bien, la seguridad más fuerte de un
porvenir cada vez más espléndido, cada vez más
rico de tesoros espirituales, tesoros de gloria de
Dios, tesoros de consolidación y expansión del
Reino de Cristo, tesoros de salvación y
santificación de las almas, tesoros de honor y
gloria para la Santa Iglesia Esposa de Jesucristo.
No podríamos haceros, queridos hijos, un augurio
más paternalmente afectuoso que éste, ((**It19.157**)) en el
momento en que vuestra obra se ilumina con
reflejos tan hermosos, tan admirables, tan llenos
de luz divina, mientras hemos podido, por la gran
misericordia de Dios, levantar a vuestro y nuestro
don Bosco al honor de los altares y alzar el velo
de oro que nos esconde los esplendores del Cielo,
buscando mostrar de un modo visible aquí en la
tierra, algo de la gran gloria que lo envuelve
allá arriba, como premio justo a sus inmensos
méritos.
A la gloria del cielo debe corresponder la
gloria de la tierra y vosotros habéis venido
precisamente para establecer esta correspondencia
con la expresión de esa veneración mundial con la
que centenares de millares de almas de todas
partes han rezado y venerado con vosotros al Beato
don Bosco. Pero vosotros debéis pensar todavía que
la gloria más verdadera del Beato don Bosco en
esta tierra está en vuestras manos: depende de
vosotros. No es nuestra la palabra que ahora
pronunciamos, sino de Dios: Gloria patris filii
sapientes, vuestro padre será glorificado con la
más hermosa gloria que hasta humanamente le puede
sonreír, si sois vosotros esos hijos sabios de tan
gran padre; si, como ahora, si lográis saber
entender cada día más y mejor su espíritu y su
obra, si sabéis continuarla cada vez mejor, como
precisamente él quería, sin medir el trabajo
(recordamos lo que él mismo decía, como gloriosa
divisa: <>),
sin medir (Nos parece verlo todavía con nuestros
propios ojos) la entrega, más aún, la total
renuncia a cuanto se refería a la
(**Es19.136**))
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