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((**Es19.136**) y Cooperadores, Obispos, Prelados, Cardenales, no sois más que una representación, una pequeña representación de tantos y tantos como vemos en espíritu, en una gran visión apocalíptica, tras vosotros, por encima de vosotros, juntamente con vosotros, nuestra alma se extasía de admiración y gozo. >>Cuántos son los hijos de don Bosco y los que participan en su obra? Al presente son millares y millares. De siete a ocho mil Salesianos, de ocho a nueve mil Hijas de María Auxiliadora. >>Y cuántos son los alumnos salesianos? Respondemos a esta última pregunta con la respuesta de vuestro mismo Superior Mayor el cual, cuando Nos le hemos preguntado si podía darnos al menos una aproximación global del total de los alumnos salesianos en este momento, nos respondía modestamente que no lo sabía y no podía dárnoslo. He ahí un testimonio de modestia, y he ahí, dejádnoslo decir, una valiosa afirmación (grandísimos aplausos), porque, en sustancia, el buen padre quería decir: son tantos, que ni siquiera sabemos cuántos son. Os felicitamos, queridísimos hijos, en cualquier puesto, en cualquier cargo, en cualquier grado que os encontréis, por humilde que sea, en esta gran familia, en este gran ejército, en esta grande y verdadera armada del bien y de la verdad. Cuando se piensa en el valor de una alma, cuando se piensa en el inmenso tesoro que es la educación cristiana, la educación cristiana como don Bosco la entendía, es decir, profundamente, completamente, exquisitamente cristiana y católica; cuando se piensa en este tesoro multiplicado por multiplicadores tan grandes, nace verdaderamente una exaltación de alegría y de gratitud a Dios, que sabe suscitar obras tan grandes y mantenerlas vivas en este mundo, en este mísero mundo, donde siempre continúa la lucha pertinaz del mal contra el bien, contra la verdad cristiana. Nos alegramos con todos y cada uno de vosotros, mis queridos hijos, con toda la gran familia salesiana, y encontramos en esta descripción, en este consolador reconocimiento de un pasado tan fecundo de bien, la seguridad más fuerte de un porvenir cada vez más espléndido, cada vez más rico de tesoros espirituales, tesoros de gloria de Dios, tesoros de consolidación y expansión del Reino de Cristo, tesoros de salvación y santificación de las almas, tesoros de honor y gloria para la Santa Iglesia Esposa de Jesucristo. No podríamos haceros, queridos hijos, un augurio más paternalmente afectuoso que éste, ((**It19.157**)) en el momento en que vuestra obra se ilumina con reflejos tan hermosos, tan admirables, tan llenos de luz divina, mientras hemos podido, por la gran misericordia de Dios, levantar a vuestro y nuestro don Bosco al honor de los altares y alzar el velo de oro que nos esconde los esplendores del Cielo, buscando mostrar de un modo visible aquí en la tierra, algo de la gran gloria que lo envuelve allá arriba, como premio justo a sus inmensos méritos. A la gloria del cielo debe corresponder la gloria de la tierra y vosotros habéis venido precisamente para establecer esta correspondencia con la expresión de esa veneración mundial con la que centenares de millares de almas de todas partes han rezado y venerado con vosotros al Beato don Bosco. Pero vosotros debéis pensar todavía que la gloria más verdadera del Beato don Bosco en esta tierra está en vuestras manos: depende de vosotros. No es nuestra la palabra que ahora pronunciamos, sino de Dios: Gloria patris filii sapientes, vuestro padre será glorificado con la más hermosa gloria que hasta humanamente le puede sonreír, si sois vosotros esos hijos sabios de tan gran padre; si, como ahora, si lográis saber entender cada día más y mejor su espíritu y su obra, si sabéis continuarla cada vez mejor, como precisamente él quería, sin medir el trabajo (recordamos lo que él mismo decía, como gloriosa divisa: <>), sin medir (Nos parece verlo todavía con nuestros propios ojos) la entrega, más aún, la total renuncia a cuanto se refería a la (**Es19.136**))
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