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((**Es19.129**) había concedido el favor de que la ceremonia vespertina fuera realizada por un Prelado salesiano. Una vez hecha la reserva del Santísimo, don Felipe Rinaldi y don Francisco Tomasetti se acercaron al Padre Santo y le ofrecieron un artístico relicario, que contenía un notable fragmento óseo del Beato 1. Junto con el relicario le entregaron, ex more (según costumbre), un ramo de flores artificiales, las estampas y las Vidas de don Bosco. El Padre Santo, ((**It19.148**)) al agradecer el obsequio, intercambió unas palabras con los oferentes, que le presentaron al conde Thaon de Revel, alcalde de Turín, y al senador conde Rebaudengo, presidente general de los Cooperadores Salesianos. Su Santidad animaba a todos con la bendición apostólica. A la par se distribuyeron, según norma, Vidas y estampas a los Cardenales, a los numerosos Arzobispos, Obispos y Prelados presentes, al Cuerpo Diplomático, a los miembros de la Nobleza y demás invitados. Las Vidas prescritas para la ocasión, son de tres clases: una extensa y ricamente encuadernada para las personalidades; la segunda, más reducida, para la mayoría de los presentes y la tercera, a grandes rasgos, para la difusión popular. La principal de estas Vidas estaba escrita por el Promotor de la Fe, monseñor Salotti. El salesiano don Agustín Auffray publicó también una en francés para la ocasión, que fue muy alabada y es todavía muy leída. Subió de nuevo el Papa a la silla gestatoria y volvió a atravesar la Basílica, saludado por nuevos y vigorosos aplausos, mientras las trompetas de plata repetían la marcha acostumbrada. La multitud, que llenaba el atrio, tributóle una clamorosa ovación al aparecer y sumóse a ella la gente que se apretujaba fuera sobre la escalinata. El Papa se puso entonces en pie, levantó solemnemente su derecha y bendijo a todos. Llegó finalmente a la escalinata de Bernini y bajó de la silla, se despidió de los Cardenales y se retiró a sus apartamentos. 1 El relicario estaba cincelado por el profesor Galli. La parte superior del mismo reproducía el monumento a don Bosco, que se levanta en la plaza de María Auxiliadora. La parte de plata, con ornamentación en metal dorado, medía cuarenta y siete centímetros. El grupo se apoyaba sobre una doble base. Esta era cuadrada y tenía a los lados elegantes cornisas rectangulares, donde, en planchas de plata cinceladas, aparecían la Basílica turinesa de María Auxiliadora y la del sagrado Corazón de Roma, un grupo de niños con un salesiano y otro de niñas con una Hija de María Auxiliadora. En el segundo lado de la base, en forma piramidal truncada, veíanse los escudos de Pío XI y de la sociedad Salesiana entre cabecitas de serafines entrelazadas con lirios y rosas, símbolos de la pureza y de la caridad, y guirnaldas de encina, símbolo de la fortaleza. Veíanse también la casita nativa de don Bosco y el primer sueño. Serafines con incensarios completaban la ornamentación, acompañada con una inscripción que recordaba el suceso de la beatificación. Arriba, bajo el grupo, había un hueco en forma de óvalo, donde se guardaba el estuche con la reliquia. (**Es19.129**))
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