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había concedido el favor de que la ceremonia
vespertina fuera realizada por un Prelado
salesiano.
Una vez hecha la reserva del Santísimo, don
Felipe Rinaldi y don Francisco Tomasetti se
acercaron al Padre Santo y le ofrecieron un
artístico relicario, que contenía un notable
fragmento óseo del Beato 1. Junto con el relicario
le entregaron, ex more (según costumbre), un ramo
de flores artificiales, las estampas y las Vidas
de don Bosco. El Padre Santo, ((**It19.148**)) al
agradecer el obsequio, intercambió unas palabras
con los oferentes, que le presentaron al conde
Thaon de Revel, alcalde de Turín, y al senador
conde Rebaudengo, presidente general de los
Cooperadores Salesianos. Su Santidad animaba a
todos con la bendición apostólica.
A la par se distribuyeron, según norma, Vidas y
estampas a los Cardenales, a los numerosos
Arzobispos, Obispos y Prelados presentes, al
Cuerpo Diplomático, a los miembros de la Nobleza y
demás invitados. Las Vidas prescritas para la
ocasión, son de tres clases: una extensa y
ricamente encuadernada para las personalidades; la
segunda, más reducida, para la mayoría de los
presentes y la tercera, a grandes rasgos, para la
difusión popular. La principal de estas Vidas
estaba escrita por el Promotor de la Fe, monseñor
Salotti. El salesiano don Agustín Auffray publicó
también una en francés para la ocasión, que fue
muy alabada y es todavía muy leída.
Subió de nuevo el Papa a la silla gestatoria y
volvió a atravesar la Basílica, saludado por
nuevos y vigorosos aplausos, mientras las
trompetas de plata repetían la marcha
acostumbrada. La multitud, que llenaba el atrio,
tributóle una clamorosa ovación al aparecer y
sumóse a ella la gente que se apretujaba fuera
sobre la escalinata. El Papa se puso entonces en
pie, levantó solemnemente su derecha y bendijo a
todos. Llegó finalmente a la escalinata de Bernini
y bajó de la silla, se despidió de los Cardenales
y se retiró a sus apartamentos.
1 El relicario estaba cincelado por el profesor
Galli. La parte superior del mismo reproducía el
monumento a don Bosco, que se levanta en la plaza
de María Auxiliadora. La parte de plata, con
ornamentación en metal dorado, medía cuarenta y
siete centímetros. El grupo se apoyaba sobre una
doble base. Esta era cuadrada y tenía a los lados
elegantes cornisas rectangulares, donde, en
planchas de plata cinceladas, aparecían la
Basílica turinesa de María Auxiliadora y la del
sagrado Corazón de Roma, un grupo de niños con un
salesiano y otro de niñas con una Hija de María
Auxiliadora. En el segundo lado de la base, en
forma piramidal truncada, veíanse los escudos de
Pío XI y de la sociedad Salesiana entre cabecitas
de serafines entrelazadas con lirios y rosas,
símbolos de la pureza y de la caridad, y
guirnaldas de encina, símbolo de la fortaleza.
Veíanse también la casita nativa de don Bosco y el
primer sueño. Serafines con incensarios
completaban la ornamentación, acompañada con una
inscripción que recordaba el suceso de la
beatificación. Arriba, bajo el grupo, había un
hueco en forma de óvalo, donde se guardaba el
estuche con la reliquia.
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