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que atraía con hábiles industrias y admirable
paciencia; así empezó allí el primer Oratorio, que
el Siervo de Dios, por humildad y devoción a S.
Francisco de Sales, llamó Salesiano.
Muy pronto se levantaron dificultades de todo
género para hundir la utilísima obra recién
comenzada. Pero íestaba allí el dedo de Dios!
Aquel primer Oratorio, después de pasar de la
primitiva sede al templo de San Martín, al de San
Pedro ad Víncula, y por fin a una casa llamada
Moretta, encontró refugio definitivo en abril de
1846 en un edificio del barrio, entonces en los
arrabales, llamado Valdocco. Allí desenvolvió el
Siervo de Dios labores admirables, con ayuda
constante y manifiesta de Dios y de la
Bienaventurada Virgen María. El Arzobispo de Turín
enriqueció el Oratorio que sigue dedicado a San
Francisco de Sales con oportunos privilegios, y el
mismo rey Carlos Alberto lo tomó bajo su
protección.
Poco tiempo después, surgieron otros Oratorios
semejantes: el año 1847 el de San Luis; dos años
más tarde, el del Angel Custodio; y a los pocos
años el de San José. El Siervo de Dios concibió y
aplicó en ellos un nuevo método, que tenía su
origen en San Felipe Neri y que llamó preventivo,
para la educación de los niños y los jóvenes.
Con la colaboración de su piadosísima y
enérgica madre, que había llevado consigo a Turín,
para que le ayudase en su obra, fundó en 1847,
junto al Oratorio y en su misma casa, un primer
asilo para los jovencitos abandonados y sin techo,
los cuales necesitaban una educación cristiana
especial. De aquel asilo, como de fecunda y buena
simiente, proceden los innumerables Colegios y
Centros de educación dirigidos por los Padres
Salesianos y por las Hijas de María Auxiliadora.
Pues, para evitar que la obra iniciada en favor de
la juventud acabase con el tiempo, el Siervo de
Dios, aconsejado por muchos y especialmente por el
Beato José Cafasso, persuadido también por la voz
de nuestro predecesor Pío IX, fundó primero la
Sociedad de Sacerdotes de San Francisco de Sales y
después la Congregación de las Hijas de María
Auxiliadora.
La sociedad sacerdotal de San Francisco de
Sales, cuyos principios se remontan al 1858,
agrandada de día en día, fue alabada y aprobada,
por la Sagrada Congregación de Obispos y
Regulares, en nombre de la Sede Apostólica, el año
1864, y fue propuesto para superior general o
Rector Mayor hasta su muerte el Siervo de Dios, el
cual escribió unas Reglas o Constituciones muy
adaptadas a los tiempos, que fueron aprobadas el
año 1874, cinco años después de la confirmación
general de la misma Pía Sociedad, por dicha
Sagrada Congregación Romana.
El año 1872 fundó el Siervo de Dios su segunda
Institución, de las Hijas de María Auxiliadora,
las cuales, ligadas con los votos de pobreza,
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castidad y obediencia, se dedican a la educación
de las muchachas, al estilo de los Salesianos.
Para alcanzar la estabilidad y difusión de una
y otra Institución, la de los Religiosos y la de
las Religiosas, soportó Juan Bosco muchos
trabajos, afrontó con ánimo fuerte y esforzado las
más arduas empresas, soportó con paciencia
molestias e ingratitudes.
Y no se conformó con esto, sino que, siempre de
cara a la salvación de las almas e incansable en
el trabajo, envió misioneros al extremo de América
del Sur, para llevar la luz de la verdad cristiana
y el bienestar de la civilización a los pueblos
incultos esparcidos por aquellas regiones
inhóspitas. Organizó para ello en Turín un
Seminario, llamado comúnmente de Valsálice, para
la instrucción y preparación de sacerdotes
misioneros.
Finalmente, para dar un informe de las muchas
fundaciones del Siervo de Dios,
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