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el cardenal Gamba. Pasó dando a besar la mano,
como una visión, entre aclamaciones, aplausos y
cánticos. Al llegar al aula de la Bendición, en la
cual se reunieron todos los peregrinos, sentóse en
el trono y escuchó el breve y devoto discurso de
felicitación por el jubileo y de homenaje filial,
que le dirigió el Cardenal Arzobispo. Su Eminencia
expresó con el corazón en la mano los sentimientos
comunes de afecto y admiración al Padre Santo,
diciendo cómo los peregrinos llegados de Turín
((**It19.134**)) y del
Piamonte, no solamente pretendían honrar al
Venerable don Bosco elevado al honor de los
altares, sino también demostrar su profunda
devoción al Papa y presentarle sus felicitaciones
en el quinquagésimo año de sacerdocio, después de
haber rogado por El en la visita jubilar a la
basílica vaticana. El Padre Santo respondió:
Damos nuestra cordial y paternal bienvenida a
los amados hijos, a los queridos sacerdotes de
Dios, a nuestros Venerables Hermanos en el
episcopado, al Eminentísimo Cardenal, a todos
vosotros que venís del querido Piamonte, fuerte y
fiel; fiel en la Santa Religión de los padres,
fiel en la vida fuertemente cristiana; a vosotros
que venís tan llenos de piadosos sentimientos. El
Eminentísimo Cardenal, como intérprete vuestro ha
revestido la presentación de pastoral afecto; pero
Nos hemos visto con nuestros ojos vuestros
sentimientos al observaros, y aunque rápidamente,
nos ha acercado a cada uno de vosotros para
conoceros personalmente. Hemos oído en vuestras
aclamaciones y aplausos estos sentimientos y, por
consiguiente, una vez más os damos todavía la
paternal bienvenida.
Esta peregrinación nos resulta doblemente
piadosa. Piadosa, ante todo, por vuestra piedad
verdadera y religiosa, inspirada en la fe de
vuestro y nuestro don Bosco, que el Señor nos
concedió la gracia de conocer y pasar algún día a
su lado, y ahora nos concede la de elevarlo al
honor de los altares: y los peregrinos piamonteses
han venido a traer a este nuevo altar las
primicias del mundo entero, porque doquiera es
conocido don Bosco, también es conocida su obra.
Y os ha conducido otra piedad, que es la piedad
de vuestras almas, piedad la más importante,
porque ante todo importa salvar las almas y, antes
que ninguna, la propia; salvando el alma propia se
podrá salvar la de los demás, ya que nadie puede
dar lo que no tiene.
Los queridos peregrinos han llegado también
para enriquecerse con los tesoros del Jubileo, y
han venido a buscarlos en la fuente, en el centro
de la antigua madre; y Nos sabemos muy bien cómo
lo hacen y con qué edificación. Os agradecemos por
tanto y con vosotros damos las gracias a los
sacerdotes organizadores, los cuales, después de
haberos preparado, os acompañan con vuestro
Cardenal Arzobispo a la cabeza, dando un verdadero
ejemplo de edificación y de religiosidad. Sabemos,
además, que en vuestros ejercicios jubilares no
habéis dejado de rezar por Nos, por lo que Nos
también correspondemos a estas plegarias.
Habéis querido unir otra piedad: una piedad
totalmente filial al Padre común, que precisamente
en estos días cumple un año más y celebra sus
bodas de oro sacerdotales. Habéis ((**It19.135**))
querido participar también en este Jubileo, y os
manifestamos nuestro agradecimiento.
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