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sobre una camita de terciopelo carmesí con franjas
de oro, donativo de la familia Boggio. Pero, como
el trabajo de vestirlo era largo y ya se estaba en
el veintitrés de mayo, pareció oportuno
suspenderlo unos días, hasta que pasara la fiesta
de María Auxiliadora.
((**It19.126**)) La
circunstancia de la fiesta, que condujo aquel año
a Valdocco una multitud superior a la
acostumbrada, aumentó también extraordinariamente
la afluencia a Valsálice. La víspera hubo seis
sacerdotes y dos religiosas, desde las ocho de la
mañana hasta la una de la tarde, tomando en manos
de los visitantes rosarios, medallas, crucifijos y
prendas de vestir, para tocar el cuerpo del Beato
y devolverlas. Poco después pudieron visitarlo los
profesores y alumnos del Colegio. íCon qué efusión
besaban ellos su mano y su cabeza! Aleteaba por el
salón un espíritu sagrado, que infundía
recogimiento e inducía a meditar. Una gran
cantidad de flores adornaba y perfumaba el
ambiente;
numerosas coronas variadísimas circundaban los
sagrados restos.
Esta visita ocasionó que se corriese la voz de
que los restos de don Bosco o, como más
sencillamente se decía, que don Bosco estaba
visible. La noticia corrió por las colinas de los
alrededores y los campesinos bajaron en grupos
desde sus alquerías; corrióse también por la
ciudad, y empezaron a llegar automóviles, que,
abriéndose paso entre la multitud, penetraban en
el patio o se paraban en cola a lo largo de la
carretera. Al atardecer, llegó a ser tan grande la
multitud que tuvieron que intervenir los guardias
municipales del puesto vecino para organizar el
movimiento. Los Superiores Salesianos,
impresionados ante aquel sincero y fervoroso
entusiasmo, decidieron satisfacer los comunes
deseos, y empezó el desfile. En aquella compacta
mezcla de personas de toda clase sucedíanse
manifestaciones de piedad que arrancaban las
lágrimas.
El día solemne de la fiesta de María
Auxiliadora no cesó ni un momento el concurso de
visitantes, desde las primeras horas de la mañana
hasta muy avanzada la tarde; un cálculo aproximado
elevó a veinte mil el número de visitantes. El
Ecónomo General, don Fidel Giraudi, que
superdirigía todas las actividades de Valsálice en
aquellos días, al ver tanta muchedumbre deseosa de
venerar las reliquias del Beato, no tuvo corazón
para despedirla sin darla gusto; así que organizó
un servicio de orden y, con la autorización de los
responsables de la tutela canónica, volvió a abrir
por algún tiempo ((**It19.127**)) las
puertas del salón, que parecía transformado en un
invernadero de flores olorosas.
Cuando Dios quiso, se realizó el acto de
colocar al esqueleto las vestiduras. Pusiéronle
todos los ornamentos sacerdotales del altar.
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