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elevado y libre de las partes de ropas que se
habían quedado adheridas al dorso, fue colocado
sobre una mesa quirúrgica, situada junto al ataúd.
Los venerados despojos se presentaban en estas
condiciones.
El esqueleto estaba anatómicamente completo;
con los huesos secos, compactos y situados en su
natural posición; las articulaciones unidas por
sus ligamentos y las partes blandas conservadas.
El tegumento cutáneo de la cabeza, reseco por el
proceso de momificación, revestía completamente
los huesos del cráneo y de la cara, cuya forma se
conservaba bien, gracias a la unión de la
mandíbula que se mantenía: tenía casi todo el
cabello. El tórax tenía muchas partes momificadas,
de forma que las costillas y la columna vertebral
constituían un conjunto compacto, mientras en las
cavidades se encontraron restos resecos de los
órganos internos. A continuación de las partes
blandas del dorso y de los lomos, estaban también
en buen estado las que ceñían y mantenían unidos
los huesos de la pelvis, a la que se veían anexos
los dos fémures, abundantemente envueltos por
músculos momificados. También estaba bien
conservado el esqueleto de las piernas y los pies,
en sus relaciones con el resto del cuerpo, a pesar
de la falta de las partes blandas. Los sanitarios
cerraron una de sus relaciones con una declaración
en la que hacían notar: <((**It19.124**)) pueden
declarar que el cadáver del Venerable don Bosco
está en su conjunto bien conservado y a
satisfacción de todos los devotos y admiradores
del gran Apóstol de la juventud y del pueblo; y
añaden que, entre los diversos órganos, está
particularmente bien conservada la lengua>>.
íLa lengua de don Bosco! Era natural que
pareciera poderse descubrir en su conservación
algo simbólico, destinado a glorificar aquel don
de la palabra que fue instrumento eficacísimo en
el Siervo de Dios durante toda su vida, para hacer
el bien desde el púlpito, en el confesonario,
entre los muros de su habitacioncita, durante los
viajes y en los primeros decenios de su apostolado
juvenil hasta en el patio del Oratorio de
Valdocco. La lengua de don Bosco no había vibrado
más que para alabar a Dios y aportar al prójimo
enseñanzas, consejos, alientos. Las palabras
formadas por aquella lengua fueron luz para las
mentes, paz para los corazones, mística elevación
para los espíritus, invitación a la conversión,
estímulo para perseverar, alivio para los males de
su vida, salvación eterna para innumerables almas.
El Postulador de la Causa, don Francisco
Tomasetti, en nombre de los Superiores Salesianos,
manifestó el deseo de que se estudiase la manera
de conservar, lo mejor que fuera posible, aquellos
restos preciosos.
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