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la entrada. Pero a las diez, el salón debía estar
libre y cerrado para todos, salvo para los médicos
y las autoridades eclesiásticas, a fin de empezar
las operaciones del reconocimiento.
La peregrinación continuó durante todo el día y
se redobló al día siguiente. De nuevo pudieron los
fieles, aunque por pocas horas, acercarse al
féretro; la mayor parte debió conformarse con
visitar el lugar de la sepultura y la capilla
superior de la Piedad. El día dieciocho comunicaba
la prensa la siguiente noticia: <>.
Pero ni esto logró detener a los turineses y
forasteros, que se amontonaban en el patio, se
esparcían bajo los soportales y rezaban ante la
tumba vacía. Empezaron después a llegar los
alumnos de diversos grupos escolares de la ciudad.
Llegaban también flores en abundancia hasta
convertir el lugar en un jardín.
Los médicos debían realizar tres operaciones:
librar el cadáver de toda la indumentaria que le
envolvía, proceder al examen de la certidumbre y
proveer a la conservación del esqueleto. El
féretro, en su complejo, dio inmediatamente y a
primera vista la impresión precisa de que, salvo
la consunción natural causada con el tiempo, no
había sufrido violación o fractura de ningún
género, e importaba certificarlo ante todo.
Damos una sumaria descripción del trabajo
realizado.
Los ornamentos sacerdotales cubrían todo el
cuerpo. Los pies estaban dentro de los zapatos,
consumidos y abiertos en la puntera por la
maceración de la sutura. Junto a la cabeza estaba
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bonete. Sobre el pecho reposaba un crucifijo de
madera con el Cristo de metal oxidado y el
escapulario de María Auxiliadora. Al lado había
también otro escapulario de Nuestra Señora del
Carmen. Los médicos separaron primeramente los
residuos diversos de alrededor, los cuales fueron
diligentemente recogidos en urnas de cristal
apropiadas y con tapadera. A continuación
empezaron a separar poco a poco el alba, el
cuello, la sotana y lo restante, colocándolo todo
en recipientes mayores de cristal. En otras urnas
más pequeñas se encerraron a continuación las
partes blandas ex carnibus y ex ossibus. Todo ello
constituiría después buen material para formar
reliquias, a cuyo fin ya tenía preparadas el
Ecónomo general millares de pequeños relicarios.
Mientras tanto los médicos habían sacado a la luz,
aislado, el cuerpo, que,
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