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((**Es19.103**) no fueran apartados, tan a menudo de caminos que no se podían recorrer más que pisoteando los más sagrados derechos. Y estaba también don Juan Bosco entre los primeros para implorar de Dios y de los hombres algún posible remedio a tantas dificultades, algún posible arreglo de cosas, de forma que volviese a brillar con el sol de la justicia la serenidad de la paz en los espíritus. La divina Providencia lo conduce, lo propone a la plenitud de los honores sagrados precisamente en este momento, y la beatificación de don Bosco será la primera que tendremos la satisfacción de proclamar ante el mundo después de la conclusión de los sucesos por él presagiados. Sólo resta dar gracias y admirar. Cuando tenemos que tratar con un Señor tan fiel, con una Providencia tan exquisita y elegantemente generosa en sus disposiciones, >>qué ((**It19.115**)) podemos temer o qué podemos dejar de esperar, confiar con la certeza de ser oídos? Con estos sentimientos os impartimos la Bendición Apostólica, también para responder a la petición que me ha sido hecha. La impartimos a todos y cada uno de los presentes y a todo lo que cada uno de ellos representa: de un modo particular a la gran familia de don Bosco, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a todas sus casas e institutos, tan ampliamente difundidos por el mundo, a través de los cuales bien puede decirse que llega a todo él esta nuestra misma bendición. Y, además, una bendición verdaderamente paternal y afectuosa para nuestra querida Armenia, para todos los queridos hijos armenios, doquiera les haya dispersado la tormenta, la tempestad sangrienta de la guerra: una bendición llena de deseo paterno, pastoral, de ver finalmente aliviados y consolados de sus muchas penas, sacrificios y sangre a tan queridísimos hijos, y también (como el venerable mártir tan bellamente nos lo augura) de ver volver los disidentes al rebaño y cumplirse en ellos, en el día por él señalado, el deseo y la profecía del divino Pastor, en que se hará un solo rebaño y un solo pastor. Esta bendición que damos a toda Armenia, vaya dirigida ante todo a la venerada jerarquía, a los Obispos, a los sacerdotes, doquiera se encuentren con sus fieles. Es una bendición llena de paternal admiración y elogio, como conviene a todas esas cosas grandes y preciosas que se recuerdan en el honor que hoy se tributa al santo mártir armenio. La bendición apostólica, que puso término a la ceremonia, cerró también definitivamente la Causa de la beatificación de don Bosco. (**Es19.103**))
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