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no fueran apartados, tan a menudo de caminos que
no se podían recorrer más que pisoteando los más
sagrados derechos. Y estaba también don Juan Bosco
entre los primeros para implorar de Dios y de los
hombres algún posible remedio a tantas
dificultades, algún posible arreglo de cosas, de
forma que volviese a brillar con el sol de la
justicia la serenidad de la paz en los espíritus.
La divina Providencia lo conduce, lo propone a
la plenitud de los honores sagrados precisamente
en este momento, y la beatificación de don Bosco
será la primera que tendremos la satisfacción de
proclamar ante el mundo después de la conclusión
de los sucesos por él presagiados. Sólo resta dar
gracias y admirar. Cuando tenemos que tratar con
un Señor tan fiel, con una Providencia tan
exquisita y elegantemente generosa en sus
disposiciones, >>qué ((**It19.115**))
podemos temer o qué podemos dejar de esperar,
confiar con la certeza de ser oídos?
Con estos sentimientos os impartimos la
Bendición Apostólica, también para responder a la
petición que me ha sido hecha. La impartimos a
todos y cada uno de los presentes y a todo lo que
cada uno de ellos representa: de un modo
particular a la gran familia de don Bosco, a todos
sus hijos y a todas sus hijas, a todas sus casas e
institutos, tan ampliamente difundidos por el
mundo, a través de los cuales bien puede decirse
que llega a todo él esta nuestra misma bendición.
Y, además, una bendición verdaderamente
paternal y afectuosa para nuestra querida Armenia,
para todos los queridos hijos armenios, doquiera
les haya dispersado la tormenta, la tempestad
sangrienta de la guerra: una bendición llena de
deseo paterno, pastoral, de ver finalmente
aliviados y consolados de sus muchas penas,
sacrificios y sangre a tan queridísimos hijos, y
también (como el venerable mártir tan bellamente
nos lo augura) de ver volver los disidentes al
rebaño y cumplirse en ellos, en el día por él
señalado, el deseo y la profecía del divino
Pastor, en que se hará un solo rebaño y un solo
pastor. Esta bendición que damos a toda Armenia,
vaya dirigida ante todo a la venerada jerarquía, a
los Obispos, a los sacerdotes, doquiera se
encuentren con sus fieles. Es una bendición llena
de paternal admiración y elogio, como conviene a
todas esas cosas grandes y preciosas que se
recuerdan en el honor que hoy se tributa al santo
mártir armenio.
La bendición apostólica, que puso término a la
ceremonia, cerró también definitivamente la Causa
de la beatificación de don Bosco.
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