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Don Bosco, que había comido en casa de doña
Dorotea, fue a la iglesia en su carroza. Como no
era posible entrar por el centro de la iglesia, se
le abrió paso por la parte de la sacristía.
Sentóse en el presbiterio al lado del evangelio, a
la derecha del Obispo, que tenía a su izquierda a
don Cándido, abad de la Trapa de Santa María del
Desierto, en Toulouse 1.
A su alrededor se sentaban las dignidades
eclesiásticas. En el lado de la epístola, estaban
las autoridades civiles y militares, con varios
Directores de Sociedades y de periódicos. Las
juntas de señoras y de señores ocupaban en la
iglesia los primeros asientos. La guardia civil a
caballo no pudo resistir el empuje exterior y una
avalancha de público rompió una cancela, mas no la
puerta que era de bronce.
La ceremonia se desarrolló según costumbre,
comprendida la previa lectura de un capítulo de la
vida de San Francisco de Sales. El conferenciante,
doctor José Julia, al pedir la bendición del
Obispo, le preguntó:
->>Qué pensamiento deberé exponer con
preferencia?
((**It18.101**)) Hable,
respondió el Obispo, de la gran Obra de este
hombre de Dios, y haga que todos comprendan su
misión.
->>Qué le parece, don Bosco?, preguntó después
al Santo.
-Yo, respondió él, no puedo decir más que: íDeo
gratias!
El orador presentó a don Bosco como al hombre
de la Providencia, enviado a la Iglesia para
cubrir las necesidades especiales del tiempo,
exaltó la institución de los Talleres Salesianos e
ilustró el bien que hacían los Talleres de Sarriá.
Se cantó seguidamente la Caridad de Rossini;
después quiso don Bosco dejar oír su voz. Se
acercó a la balaustrada y dijo que hubiera deseado
tener la voz de las trompetas, de las que se habla
en la sagrada Escritura, para agradecer a los
barceloneses las demostraciones de fe, de
religiosidad, de caridad y de simpatía; anunció
que la mañana siguiente celebraría la misa en
aquella misma iglesia por todos los presentes;
comunicó que había recibido aquel día
telegráficamente de Roma una bendición especial
del Padre Santo para todos lo bienhechores de su
Obra y para los asistentes a la conferencia. Por
último, descendió el Obispo de su cátedra, y
colocándose al lado de don Bosco, repitió con
poderosa voz y en castellano lo que don Bosco
había dicho en su propia lengua. Doña Dorotea,
presidenta de la junta de
1 Había venido a España para hacer la visita
canónica a su casa filial; lo acompañaba como
secretario don Andrés Malet, recientemente
ordenado sacerdote y hoy abad de santa María del
Desierto.(**Es18.95**))
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