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Montobbio, aquel señor que había viajado con don
Bosco. Después de la misa también él tomó parte en
el desayuno. Don Bosco ocupaba el puesto de honor.
En cierto momento sacó el pañuelo del bolsillo. El
señor Montobbio, aprovechando la confianza que el
Santo le daba, pidióle que se lo regalara. Y
respondió:
-Sí, pero a condición de que me dé un papel.
El otro comprendió de qué papel se trataba;
pero como no llevaba en el bolsillo la cantidad
que deseaba entregarle, prometió que otro día
volvería con el papel; pero que, en tanto, le
dejara el pañuelo. Don Bosco satisfizo su gusto.
El pañuelo se conserva hoy como una reliquia.
Don Bosco vivía en el Oratorio de Turín hasta
en sueños.
En la noche del veinticinco de abril le pareció
estar presente a una conferencia dada por Lemoyne
a los alumnos de cuarto y quinto curso, notando
cómo faltaban muchos a ella; habiendo bajado
después a la iglesia de María Auxiliadora durante
la Misa de comunidad, observó que habían
disminuido notablemente las comuniones;
seguidamente, al recibir a dichos jóvenes, también
se percató de que muchos de ellos no se habían
presentado.
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Inmediatamente dio orden de que se comunicasen
estas cosas a Turín, haciendo saber, al mismo
tiempo, que, a su regreso, manifestaría a cada uno
la posición que ocupaba en el sueño.
LUNES, 26 DE ABRIL
Durante la misa, don Bosco distribuyó gran
número de comuniones, hasta que, no pudiendo
aguantar más el cansancio, entregó el copón a otro
sacerdote, que hubo de salir del comulgatorio y
adentrarse en la iglesia entre la multitud de
fieles, ya que resultaba imposible hacerles
circular para acercarse al comulgatorio. Después
hubo una verdadera invasión. Baste decir que, en
menos de una hora, vació siete gruesos paquetes de
medallas, dando nada más que una a cada uno.
Hasta que llegó el crítico momento de subir a
su habitación: una barrera humana cerraba el paso.
Los de casa se miraban asombrados sin saber cómo
auxiliarle. Sin embargo, él parecía la
tranquilidad en persona. El único remedio que
encontraron fue cerrar el portón, para que, al
menos, no entrara nadie más; después, entre varios
lograron con trabajo abrirle paso. Fue preciso
batallar desde las diez hasta las once. Metiéronle
luego en la habitación y entraban por grupos
de(**Es18.90**))
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