((**Es18.87**)bendijo.
Después las hermanas y el mismo capellán le
presentaron una religiosa, que desde hacía mucho
tiempo se veía obligada a permanecer con las
piernas cruzadas una sobre otra, sin poder caminar
ni moverse. Al enterarse, el día anterior, que don
Bosco pasaría ante la puerta del convento que da
al camino que lleva de Barcelona a Sarriá se había
hecho llevar afuera sobre unas parihuelas, para
que la pudiera bendecir. Y con aquella bendición
tan de pasada, se había sentido curada, de forma
que se levantó y empezó a andar por sí misma, con
((**It18.91**)) gran
admiración de todas las hermanas. Ahora, en
presencia de don Bosco empezó a correr y a dar
saltos con asombro de todas, acostumbradas durante
tanto tiempo a verla inmóvil. Sor Cándida, tal es
el nombre de la agraciada, vive todavía (1935) en
un pueblecito cerca de San Sebastián, enclavada en
el lecho a causa de los achaques de la vejez.
Al volver al colegio, se encontraron la calle y
el patio invadidos por la gente y los coches.
Dentro le esperaban doscientos cincuenta señores
de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Don Bosco
se presentó en seguida a ellos y los saludó
afectuosamente, congratulándose de su fe y su
piedad. Habló de la Obra Salesiana y de la de
ellos, poniendo de relieve lo bien que se
armonizaban una y otra. En la sesión se hizo una
colecta, como es costumbre en cada una de las
sesiones de los socios que forman las distintas
Conferencias. Por fin, don Bosco los bendijo, dio
a cada uno la medalla de María Auxiliadora y se
retiró a sus habitaciones para recibir a cuantos
pudiera de los muchos que estaban impacientes por
poder hablar con él.
<>.
JUEVES SANTO, 22 DE ABRIL
Los tres últimos días de Semana Santa estaban
en España íntegramente consagrados a obras de
piedad y, sobre todo, a la conmemoración de los
misterios de la pasión y muerte de Nuestro Señor
Jesucristo. Se suspendía cualquier otra ocupación:
no se hacían visitas, a no ser por una grave
necesidad; la circulación de trenes y tranvías
quedaba reducida a lo mínimo, cerraban comercios y
oficinas; y las iglesias estaban concurridísimas.
Fueron, pues, tres días de tranquilidad(**Es18.87**))
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