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En el salón de estudio, le esperaban casi
ochenta hermanas, que le hicieron entrega de una
artística custodia. También ellas recibieron la
medalla y la bendición. Una de las presentes, que
llevaba mucho tiempo enferma y sin esperanzas de
curar, había dejado la enfermería con un esfuerzo
sobrehumano y se había arrastrado hasta don Bosco
para que la bendijera. Pensaba para sí:
->>Quién sabe? A veces la hora que menos se
piensa es la hora de Dios.
El Santo, como si leyera su pensamiento, le
dijo:
-Hija, debemos amar la cruz que Jesús pone
sobre nuestros hombros.
La enferma comprendió, cobró ánimos y se
abandonó completamente en las manos de Dios.
La Superiora no cesaba de agradecerle su
preciosa visita. El año anterior le había escrito
cuatro veces a Turín para obtener gracias
especiales de María Auxiliadora y siempre había
sido escuchada.
Después, al marchar, cuando se disponía a
atravesar ((**It18.83**)) el
jardín, hubo que permitir a las internas que
salieran del estudio y se situaran en filas por
donde debía pasar y cuando ya estuvo lejos,
corrieron todas a las azoteas y a las barandillas,
desde donde agitaban sus pañuelos y velos,
gritando:
-íViva, viva don Bosco!
Apareció un tercer artículo en el Diario de
Barcelona enalteciendo a don Bosco y sus obras,
especialmente las escuelas de artes y oficios.
<> 1.
JUEVES, 15 DE ABRIL
Además de la Junta de señoras, pertenecientes a
la nobleza, existía otra de Cooperadoras, cuya
misión era la de hacer cuestaciones para la obra
salesiana de Sarriá. El Santo quiso darles también
a ellas una conferencia, en la que les explicó en
qué consistía el cooperar con don Bosco.
En las horas de la tarde se celebró una
asamblea de diverso carácter. Florecía en
Barcelona una Sociedad Católica, cuyos miembros
1 Ap., Doc. núm. 11.(**Es18.80**))
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