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mientras don Miguel Rúa y Carlos Viglietti le
sostenían por el brazo, y conversando afablemente
con la Superiora, Madre de Bofarull. La sección de
las alumnas externas, que le esperaba en el
jardín, le obsequió con una bonita improvisación,
cantando con mucho gusto la canción popular
turinesa a Nuestra Señora de la Consolación.
Al entrar en el colegio, tomó asiento para
descansar un poco.
Estaba allí, entre los presentes, la madre de
una alumna que, en el breve espacio de dos
semanas, había perdido dos hijos. Aprovechando
aquel momento, postróse a los pies del Santo,
contóle sus desventuras y le suplicó que curase a
su hija mayor, retrasada mental que, a pesar de
sus catorce años cumplidos, no podía ser admitida
a la primera comunión. Don Bosco, enternecido ante
el dolor de la pobre señora, llamó a la niña,
diole una medalla y, después, extendiendo la mano
sobre su cabeza, pronunció en alta voz la fórmula
de la bendición y prometió que pediría al Señor la
gracia deseada, si hubiera de ser para la mayor
gloria de Dios. Volviéndose después a la madre,
que se deshacía en lágrimas, le dijo:
-Tenga confianza; su hija hará la comunión.
Y no añadió más. La predicción se verificó; en
efecto, la niña pudo acercarse por fin a la
sagrada mesa y, pocos meses después, Dios la
llamba a sí.
((**It18.82**)) En
medio de la emoción de todos los presentes
prosiguió don Bosco su camino hacia la terraza. En
el momento de pasar el umbral, se oyeron los
acordes de la banda salesiana que alegraba la
escena desde el jardín. Acabada la pieza musical,
se adelantaron dos alumnas. Una, en nombre de sus
compañeras, presentó a don Bosco un generoso
donativo en una elegante cartera; la otra le leyó
un saludo 1.
A continuación, habló don Bosco a todas
recomendando la frecuencia de los sacramentos.
Después desfilaron, una por una, para recibir la
medalla de María Auxiliadora de manos de don
Bosco.
Entre las internas se encontraba la niña
Mercedes S., de ocho años, una linda chiquita,
pero coja de nacimiento. Era hija única y íqué no
habría dado su padre para que le desapareciera
aquel defecto físico! El esperaba este milagro y
ella se había preparado con una novena de
oraciones. Presentáronsela al Santo para que la
bendijera y, cuando supo de qué se trataba,
respondió:
-No, esto no sería para su bien 2.
1 Viglietti pidió el original y se lo llevó a
Turín; pero sólo hemos visto la traducción
italiana. (Ap., Doc. núm. 10).
2 Para un caso semejante, ver Vol. XVI, pág.
176.(**Es18.79**))
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